Ser como niños toma un maravilloso significado nuevo en la Christian Science. En su sentido científico y más hermoso, significa ser el hijo de Dios, el Amor divino, enteramente hermoso, digno de ser amado y querido. Quiere decir ser cuidado, protegido y vigilado por nuestro Padre-Madre Dios, quien es del todo armonioso. Significa no tener conección alguna con ningún concepto mortal, pues el ser hijo de Dios no tiene absolutamente nada que ver con la falta de madurez, el crecimiento o la vejez.
En la Christian Science, ser como niños quiere decir ser hijos de Dios, quien es el Ser infinito. El reflejo o hijo de Dios es enteramente la semejanza de Dios, bueno en todo respecto.
Para aquellos que en su niñez tuvieron hogares incompletos, o les faltó el amor y el cuidado apropiado, la Christian Science les restaura “los años que comió la langosta” (Joel 2:25).
Las ansias de ser amado y de pertenecer a alguien es fuerte en todo niño. Entrad en un orfanatorio o a un hospital para niños con el corazón lleno de amor y encontraréis que los pequeños apelarán a vosotros buscando afecto. El amor de Dios por Sus hijos no es jamás negado a nadie, y ni aun la falta de padres humanos o la separación de los amados puede privarnos de Su amor. Pablo dijo (Romanos 8:38, 39): “Estoy persuadido que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni poderes, ni cosas presentes, ni cosas por venir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra cosa creada será poderosa para separarnos del amor de Dios, que es en Cristo Jesús nuestro Señor.”
En la Christian Science tenemos hoy un remedio para cada mal y pena infantiles. Ya seamos niños en el sentido humano o hayamos llevado alguna pena de la infancia a nuestras vidas de adultos, esta Ciencia divina sanadora puede restaurar para nosotros la aparente pérdida de la perfección de nuestra niñez espiritual.
No es necesario que los adultos miren atrás con nostalgia a los días de su niñez; a través de la Christian Science tienen derecho hoy a experimentar una realización del bien y la armonía tanto mayor de lo que jamás soñaron en los días de la niñez. La ternura del amor de una madre es un goce anticipado del amor celestial, y ese es el amor que siempre podemos sentir que nos rodea cuando despertamos a la verdad que somos los hijos mismos de Dios.
Los padres que enseñan a su niño que Dios es Su Padre-Madre, dan a ese niño el beneficio entero de la salud, la inteligencia y la perfección espiritual — cualidades de Dios. El niño a su vez amará a sus padres más profundamente, pues instintivamente percibe y ama la verdad. Las leyes de la herencia no tendrán poder sobre un niño educado así, que se verá libre para desarrollarse de acuerdo a la ley divina del progreso.
El adulto que adopta la idea de su filiación con Dios hallará que la responsabilidad falsa le abandonará y que responderá naturalmente a Dios. Le será otorgado el manto de la justicia, la vestidura de la comprensión y el anillo de la autoridad. Su provisión será abundante. No planeará para el mañana con ansiedad ni mirará con remordimiento el ayer. Será inocente y permitirá que su inocencia sea siempre su defensa. No hará mal a nadie ni se sentirá ofendido puesto que su Padre-Madre le vigila siempre. Morará en un maravilloso universo de luz, de belleza, y de color, pues comprenderá el Alma. Tendrá poder y dominio por sobre toda la tierra, es decir, sobre las creencias falsas de la tierra, porque se fía de la inteligencia divina. Ser un hijo así bien merece todos los esfuerzos de que somos capaces para alcanzar la espiritualidad.
La Christian Science, que es el Consolador, hace prácticas las enseñanzas de Cristo Jesús y trae todo lo que él dijo a nuestra memoria. Puso en claro (Mateo 18:3) que: “Si no os volviereis y fuereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.” Mary Baker Eddy nos aconseja lo siguiente en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 110): “Queridos hijitos, el mundo os necesita,— y más como niños que como hombres y mujeres: necesita vuestra inocencia, vuestro altruismo, vuestro leal afecto y vuestras vidas no contaminadas. Debéis también velar y orar a fin de preservar estas virtudes sin mácula, y no perderlas en el contacto con el mundo.”
