La paz es la esencia de la armonía, el corazón y el alma de la unidad, la recompensa de la benevolencia. Bajo la influencia benigna de la paz, las pasiones y agitaciones antagónicas se disipan y la tranquilidad que debiera animar la experiencia humana es restaurada.
Cristo Jesús, de cuyas enseñanzas recibe su autoridad la Christian Science, enseñó que sólo la manera espiritual de vivir y pensar aporta la recompensa de la paz. Sus alentadoras palabras tal como aparecen en el evangelio según San Juan son una eterna promesa (Juan 14:27): “La paz os dejo; mi paz os doy; no según da el mundo, yo os la doy.” Jesús sabía que el mundo, con su fe en la materialidad y su confianza en lo físico, puede proveer sólo una sensación temporal e inestable de paz, que en cualquier momento puede ser destruida por circunstancias que aparentemente no pueden ser controladas.
El más leve toque de voluntad personal, el más ligero infortunio puede y a veces destruye las breves treguas dictadas por las circunstancias o la conveniencia. La paz del Cristo, no obstante, es perpetua, pues está basada sobre la comprensión esclarecida, sobre la revelación que el hombre y el universo están eternamente bajo el gobierno de Dios, el Amor divino.
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