Para aquellos que anhelan tener fuerzas con las cuales llevar una vida activa sin dar muestras de fatiga, la Christian Science les ofrece la solución. Esta Ciencia nos asegura a cada uno de nosotros que podemos obedecer el mandato bíblico que dice (Isaías 51:9): “¡Despiértate, despiértate! ¡vístete de fortaleza!”
Al débil y agobiado a menudo se le ocurre pensar: “¿Cómo puede manifestarse la verdad más prácticamente en mi vida de modo que pueda cumplir con mis tareas sin sentir la sensación de fatiga?” La clara respuesta es esta: “Mediante la comprensión verdadera del Cristianismo como lo explica la Christian Science y mediante la aplicación de las reglas dictadas por esta Ciencia.”
Por medio de la Christian Science aprendemos que Dios, la Mente divina, la fuente de todo el bien, provee imparcialmente a Su idea, el hombre, de toda cualidad necesaria. La Biblia apoya la verdad de esta declaración. David dijo lo siguiente acerca de Dios (I Crónicas 29:12): “La riqueza también y la honra de ti proceden, y tú lo gobiernas todo; y en tu mano está el poder y la fortaleza, y en tu mano está el hacer grande y el dar poder a todos.”
La fortaleza es una cualidad de la Mente divina, de manera que está tan infinitamente presente como lo están la inteligencia, la sabiduría, o el amor. El claro reconocimiento que la fortaleza, tal como la salud, es un estado de consciencia, hace su efecto sobre el cuerpo. En el libro de los Proverbios leemos que “según piensa en su alma, así es” (23:7). Todo aquello que albergamos en pensamiento se manifiesta en nuestra experiencia. Si albergamos un sentido ilimitado de la fortaleza espiritual, por fuerza tendrá que manifestarse sobre el cuerpo.
Aquel que comprende el hecho que el hombre, la imagen y semejanza de Dios, tiene a su disposición toda cualidad espiritual, no puede ser la presa de una falsedad que se llama a sí misma ignorancia, pesadez, debilidad, agotamiento o fatiga. Cuando la sugestión se presenta de que hemos trabajado demasiado de modo que estamos muy cansados o que alguna enfermedad ha disipado nuestras fuerzas, esta sugestión debe ser prontamente rechazada con la refutación científica. Debemos percibir que a la consciencia no puede hipnotizársele a que crea que la fuerza está en el cuerpo de modo que puede perderse de él o que podemos ser castigados porque hemos estado activos.
Si asumimos que la morada de la fuerza es la carne, cosecharemos los resultados que trae el pensar incorrecto. Mary Baker Eddy nos dice en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (págs. 485, 486): “Decir que hay fuerza en la materia es como si dijéramos que la energía está en la palanca. La noción de que hay vida o inteligencia alguna en la materia carece de fundamento en la realidad; y no se puede tener fe en la falsedad cuando se ha llegado a conocer su naturaleza verdadera.”
Muy a menudo cuando hemos estado cumpliendo con un programa pesado oímos el bien intencionado consejo que dejemos los afanes humanos y nos echemos a dormir. ¿Hemos de creer que tan sólo mediante un reposo tal podremos recuperar las fuerzas que creemos ha perdido el cuerpo? El reposo normal es natural y deseable. La condenación no debiera existir si nos acostamos o reposamos por un momento, pero lo que es de suma importancia es lo que pensamos durante esa pausa.
Sólo en el Amor hallamos el refrigerio y el reposo verdaderos. Puede que no sea menester detener nuestras actividades, pero sí debemos detenernos y examinar nuestro modo de pensar. Cuando alcanzamos una clara percepción del hombre como el reflejo de Dios, el sentido limitado de la fuerza se disipa a su nada original, y probamos el dominio de la Verdad por sobre la creencia en la acción limitada. Aquel que está consciente de las verdades espirituales no puede sentirse consciente al mismo tiempo del cansancio. Mrs. Eddy nos dice (Ciencia y Salud, pág. 512): “El Espíritu es simbolizado por la fuerza, la presencia y el poder, y también por pensamientos sagrados, alados con Amor.”
Una estudiante de la Christian Science se halló en cierta ocasión agobiada debido a extremo debilitamiento y gran tensión. Ella no sólo era dueña de un negocio al cual atendía personalmente, pero además cuidaba de su casa, disertaba en escuelas y por radio, redactaba libros para escritores y además escribía obras ella misma. Había noches en que al volver a su casa de la oficina, donde el trabajo se le había acumulado sobre su escritorio, preparaba la cena con gran dificultad y luego resumía sus actividades de redactora.
Un día, cuando ya se acercaban las fiestas, con lo cual se vería enfrentada con una temporada de mucha actividad tanto en la oficina como en su casa, la fatiga parecía inminente. No podía imaginarse cómo le sería humanamente posible cumplir con todo a su debido tiempo y seguir trabajando sin sufrir graves consecuencias. Mas en vez de interrumpir su trabajo o descuidar sus obligaciones hizo un examen de su modo de pensar. Halló que hablaba frecuentemente a los demás de las múltiples tareas que debía hacer de modo que continuamente las tenía por delante.
Sabía que la sugestión falsa de la debilidad podía ser dominada sólo mediante una comprensión más clara de Dios, la fuente de toda manera correcta de pensar. Percibió que un negocio próspero, el manejo de una casa o cualquier otra tarea que tuviese que desempeñar, eran cosas secundarias, y que lo más importante de todo era la espiritualización de su pensamiento. A medida que contemplaba constantemente la verdad que la actividad del hombre es sólo el reflejo de la acción de Dios, la Mente divina, de modo que está gobernada armoniosamente por El, halló que no solamente hacía las tareas necesarias a su debido tiempo, pero que además las desempeñaba con facilidad. Fue capaz de trabajar desde temprano en la mañana hasta bien tarde por la noche, llevando a cabo lo que a los otros parecía una tremenda tarea. Despertó ella del falso sentido de la fatiga y obedientemente cumplió con el mandato: “Vístete de fortaleza.”
Los resultados de la manera de pensar científica constituyen la consumación verdadera y el gusto de vivir. Cada día pertenece a Dios. El hombre vive para alabarle a Él. Cuando escuchamos la sabiduría ella nos dirá lo que debemos hacer y cuándo debemos hacerlo. De este modo podemos realizar mucho más de lo que podríamos hacer planeando humanamente y cumplir con nuestras tareas con placer y sin fatigarnos.