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Demostrando nuestro verdadero valer

Del número de enero de 1960 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En el reino de Dios no existen ni el escalonamiento ni la precedencia. Todos los hijos de Dios son igualmente bendecidos por Su amor, por Su tierno cuidado, tal como el sol da su calor sin descriminación. Esta es una verdad básica que la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. recomienda a todos aquellos que desean progresar en su experiencia humana.

En el mundo profesional y en el de los negocios, aquellos que dan pruebas de sus capacidades tienden naturalmente a ser promovidos hacia actividades más responsables. Mas cuando la perfección es demostrada al fin, se verá el sentido divino de la igualdad que existe aun ahora en realidad, para todos.

Quizás Cristo Jesús estaba haciendo esfuerzos por ilustrar el sentido divino de la igualdad cuando presentó la parábola de los trabajadores de la viña (véase Mateo 20). Todos, ya hubieren sido contratados por la mañana o a la hora undécima, fueron pagados cada uno un denario.

Para el sentido humano, la acción del señor de la viña o empleador en este caso no era justa. Mas tomada en el sentido divino resulta una bella ilustración del hecho que no importa a qué hora nos tornemos fielmente a Dios pidiéndole ayuda, los beneficios a los cuales tenemos derecho son siempre los mismos. Por ejemplo, aquel que no está al tanto con la Christian Science puede haberse esforzado inútilmente durante años por hallar alivio a través de los medios materiales antes de tornarse a Dios en pos de curación. ¿No tiene este acaso tanto derecho a la curación como el Científico Cristiano que lo hace al primer indicio de la enfermedad?

En el reino de Dios no existen leyes parciales. Y en la medida en que cada persona perciba su igualdad con los demás ante los ojos de Dios, será capaz de demostrar su estado perfecto y de adquirir un reconocimiento más justo de sus habilidades.

En la experiencia humana existen aquellos que osarían tomar su camino por asalto con el objeto de alcanzar posición y prestigio. Nada malo comete aquel que sincera y sabiamente deja que su luz se manifieste en productividad mejorada. Pero la mera terquedad al buscar la precedencia o la preferencia es una influencia ruín en nuestra vida. Una persona tal necesita un sentido más claro del gobierno de Dios de los hechos para poder progresar debidamente.

Pero consideremos a la persona tímida que calladamente y con actitud demasiado sensible no se prepara para progresar o a lo mejor se priva a sí misma del reconocimiento al cual tiene derecho. El verdadero valer a veces pasa desapercibido en la persona que es demasiado tímida para expresar su sabiduría o su verdadera individualidad. A lo mejor posee un concepto aterrador de la superioridad de aquellos que han sido capaces de llevar a cabo o alcanzado más que él, y en consecuencia no logra que sus pensamientos sean percibidos por aquellos a los cuales podría ayudar más a fondo.

Las personas tímidas deben reconocer el hecho científico que en la Mente sí existe la igualdad y que ante los ojos de Dios ellos son los poseedores de atributos y habilidades importantes a la par de los demás. Esto les capacitará para bendecir más enteramente no solamente a sí mismos, mas también a aquellos para quienes trabajan.

Bajo el título marginal “Puntos de vista correctos de la humanidad” en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” Mary Baker Eddy dice (pág. 239): “Suprimid la riqueza, la fama y las organizaciones sociales, que no pesan ni un ápice en la balanza de Dios, y se obtendrán vistas más claras del Principio. Disolved las camarillas, nivelad la riqueza con la honradez, dejad que el mérito sea juzgado de acuerdo con la sabiduría, y se obtendrán mejores vistas de la humanidad.”

Imitamos el estado perfecto de la existencia en el reino de Dios cuando dejamos “que el mérito sea juzgado de acuerdo con la sabiduría.” Un punto importante es que cada individuo debiera reconocer su propio valer derivado de Dios y no menoscabarlo. Su sentido personal falso podría haberlo inducido a retirarse a la obscuridad porque se siente inferior o no lo suficientemente adelantado para ser de más utilidad. O quizás deja que otros lo pisoteen por decirlo así, porque les teme o no desea desilusionarlos o porque él mismo ha establecido un pequeño código personal de derechos que lo coloca en una posición inferior.

Aun Eliú, quien finalmente ayudó al agobiado y angustiado Job, al principio se vió molestado por el pensamiento de la inferioridad. El dijo a Job y sus amigos (32:6): “Joven soy yo, mas vosotros sois ancianos; por eso me arredré, y no me atreví a manifestaros mi opinión.”

Sí, Eliú tuvo temor, tal cual muchos son tentados a temer hoy; pero al fin habló, pues había adquirido un reconocimiento más elevado de su inherente y verdadero valer. El explicó: “Hay un espíritu en los mortales, y la inspiración del Todopoderoso les da la inteligencia.” Y también añadió: “No siempre los grandes son sabios, ni los ancianos entienden lo justo. Por tanto dije: Escuchadme a mí; yo también voy a manifestar mi opinión.”

Si hoy en día existen quienes menoscaban sus inherentes habilidades por temor, timidez, o en razón de leyes falsas que ellos mismos han imaginado en contra de su propio progreso, es menester que despierten a su verdadero valer ante los ojos de Dios. Prepárense ellos sabiamente para progresar y reconocer que su lugar en el reino de la Mente infinita está a la par con el de todos los demás hijos de Dios.

En Dios no existe la inferioridad. Al ser comprendida y aplicada esta verdad, constituye una ley de corrección para las creencias falsas de la inferioridad, la mediocridad y la incapacidad, y capacita al individuo para demostrar su verdadero valer como hijo de Dios.

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