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Gobernando el temperamento

Del número de enero de 1960 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Christian Science Monitor


Aquellas personas que parecen incapaces de gobernar sus emociones y reacciones a menudo se excusan declarando que poseen un temperamento artístico. Quieren decir con ello que son excesivamente sensibles al ambiente y a otras personas. Poniendo la palabra “artístico” junto con “temperamento”, atentan investir de cierto atractivo a esta flaqueza humana.

Un temperamento de esta naturaleza puede no obstante causar incalculable infelicidad tanto al que lo posee como a aquellos que están asociados con él. De manera que bien vale la pena — y en verdad es mucho más efectivo — tratar de sobreponerse a esta débil tendencia en vez de excusarla.

Cristo Jesús expresaba invariablemente el amor espiritual y el afecto humano justo, pues reconocía a Dios como su Padre y se hallaba enteramente bajo Su gobierno. Sanó a Pedro de su impetuosidad y de otras formas de arranques de temperamento. Nosotros podemos y debemos igualmente sentirnos libres de los extremos de temperamento en razón de que somos hijos de Dios, quien es Espíritu. Al hacer esto adquirimos el sentido espiritual. Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Christian Science, que está de acuerdo con las enseñanzas de la Biblia, dice en “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 209): “El sentido espiritual es una capacidad consciente y constante para entender a Dios.”

La frase “capacidad consciente y constante” indica de por sí tal inmutabilidad que automáticamente pone de lado cualquier extremo de temperamento. Nosotros podemos reclamar este sentido espiritual en virtud de que somos los vástagos del Espíritu. No estamos, por decirlo así, a la disposición del sentimentalismo; somos en vez la fiel y constante expresión del Espíritu.

La Christian Science enseña que Dios es Amor que no cambia, Principio divino invariables y Espíritu omnipotente. La Biblia habla de la bondad de Dios que no varía. Juan escribe (I Juan 3:2, 3): “Amados míos, ahora somos hijos de Dios; y todavía no ha sido manifestado lo que hemos de ser; sabemos empero, que cuando él fuere manifestado, nosotros seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es. Y todo aquel que tiene esta esperanza puesta en él, se purifica, así como él es puro.”

De modo que no cabe lugar a dudas de que para alcanzar la liberación del modo de pensar temperamental es menester apartarse del yo y esforzarse por comprender la naturaleza verdadera de Dios y del hombre, la manifestación de Su naturaleza. A medida que aprendemos a no dar alas o dar rienda suelta a un sentido falso e indisciplinado del ser o excusarlo y deseamos conocer sinceramente a Dios y hallar nuestro ser verdadero en El, estos esfuerzos proveerán su propio poder para llevarse a cabo.

A la pregunta: “¿Qué es Dios?” Mrs. Eddy responde así (Ciencia y Salud, pág. 465): “Dios es Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad y Amor, infinitos, incorpóreos, divinos y supremos.” ¡Qué variedad más colorida ofrece el expresar la inteligencia de la Mente infinita, la substancia del Espíritu, el esplendor y el gozo del Alma, la constancia del Principio, el vigor de la Vida, la invariabilidad de la Verdad, la fuerza y suavidad del Amor!

No tenemos por qué temer que el esforzarnos por ser semejantes a Dios nos hará insulsos o nos privará de nuestra individualidad típica y propia. Cuando reflejemos a Dios no sufriremos de extremos de felicidad y pena, afecto o antipatía, de esperanza y depresión, de confianza en nosotros mismos o humillación. Mrs. Eddy dice lo siguiente en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, págs. 205, 206): “Los mortales que en las riberas del tiempo aprenden la Christian Science, y viven lo que aprenden, transitan rápidamente hacia el cielo,— el punto de apoyo sobre el cual han girado todas las revoluciones, naturales, civiles o religiosas, siendo las anteriores los siervos de las posteriores,— del movimiento a la permanencia, de lo impuro a lo puro, de lo torpe a lo sereno, de lo extremo a lo moderado.”

Nada nuevo o interesante existe en las convulsiones del modo de pensar temperamental. Al adquirir un sentido verdadero de Dios y de la relación del hombre para con El, perdemos la sensibilidad falsa a los caprichos del mal, el temperamento erróneamente llamado artístico se disuelve, revelando lo digno de confianza que es el hombre verdadero, y nos vemos dotados de la habilidad conferida por Dios de poseer y compartir una felicidad radiante e inmovible.

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