Cristo Jesús habló del Principio infinito o inteligencia del universo a quien llamamos Dios, como “mi Padre”, “nuestro Padre”, o simplemente “el Padre”. El usó a menudo este nombre íntimo para la Deidad, especialmente en momentos de agudos conflictos mentales.
Durante su solitaria lucha en Getsemaní, Jesús habló a Dios como quien habla a un padre humano, diciendo (Mateo 26:39): “¡Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa!” Y cuando estaba en la cruz apeló a Dios como a un Padre que todo lo perdona (Lucas 23: 34): “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” La oración que él nos dejó llama a Dios “Padre nuestro”.
Así es como habla la Christian Science de El. Respondiendo a la pregunta de si creía ella en un Dios personal, Mary Baker Eddy contestó: “Adoro a aquello que puedo concebir, primero, como un Padre y Madre todo amor.” Su respuesta, como lo relata su obra Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 96) dice en suma: “Creo en Dios como el Ser supremo. No sé qué es lo que constituye la persona de la omnipotencia, ni de la omnipresencia, ni lo que incluye el infinito; por consiguiente, adoro a aquello que puedo concebir, primero, como un Padre y Madre todo amor; luego, a medida que el pensamiento asciende la escala del ser hacia una consciencia más divina, Dios se convierte para mí en Principio divino — al igual que para el apóstol que declara: ‘Dios es Amor’ — y ‘así sirvo al Dios de mis padres.’ ”
Este concepto de Dios debería ser aceptado humildemente y sin reservas y amado profundamente, de lo contrario la Deidad puede que sea para nosotros un ser remoto, frío o uno meramente teórico. El nombre Mente dado a Dios sugiere Su sabiduría e inteligencia ilimitadas, como también Sus otros atributos divinos. El término Principio establece la capacidad invariable de Dios de crear y gobernar.
Cuando llamamos a Dios Vida, estamos reconociendo la unidad y la perfección de toda la existencia. Pero para acercar Su amor infinito e inexpresable ternura y hacerlos verdaderos para nosotros debemos hablar de Dios tal como lo hizo Jesús, como de un Padre afectuoso. Isaías escribió así el mensaje de Dios (66:13): “¡Como alguno a quien su madre consuela, así os consolaré yo a vosotros, y seréis consolados en Jerusalem!”
Las Escrituras hablan de Dios como llenando el cielo y la tierra y dicen que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en Dios. Esto no sería posible si El fuera una persona específica. Pero al contemplar y acariciar en nuestro pensamiento el amor que Dios tiene por Su creación, hace que Dios esté muy cerca de nosotros y sea muy precioso como Padre y Madre inalterable, como el Amor mismo. Cuando un niño aflijido o en peligro se vuelve a su madre en busca de consuelo y liberación, no se dirije a ella sólo como una persona humana, mas lo hace con absoluta confianza en razón del amor de madre que ella está reflejando.
Mediante el estudio y la práctica de la Christian Science obtenemos momentos de clara visión; pero no siempre permanecemos en las alturas de la clara comprensión espitual, donde contemplamos al hombre perfecto, la idea espiritual de Dios. Aún nuestro gran Mostrador del camino, cuando se le requería que demostrara alguna prueba de la eterna presencia y poder sanador del Amor divino, levantaba sus ojos en alto, es decir, a la contemplación de la realidad perfecta de la creación de Dios.
Si no podemos permanecer en pensamiento siempre en el reino de la perfección absoluta, podemos como lo hizo Jesús levantar nuestros ojos en alto y contemplar a nuestro prójimo como verdaderamente el hijo bienamado de un Padre-Madre todo amor, y entonces a medida que el pensamiento se eleva percibiremos que el Padre-Madre del hombre es el Amor divino.
No debemos pensar que el hombre, el descendiente del Amor, puede estar enfermo o tener dolor. Cuando nos vemos enfrentados por cualquier testimonio falso que trataría de persuadirnos de esto, debemos saber que la aparente víctima no es la víctima de una condición física. En verdad es el preciado hijo de un Padre afectuoso que no inflije ni permite que la desgracia caiga sobre ningún miembro de Su amada familia.
Este es uno de los primeros pasos hacia el descubrimiento del hombre, como en realidad es, la propia imagen y semejanza del Amor mismo. Esta contemplación del hombre como en realidad es, si fuere seguida persistentemente, sanará todas las formas de la enfermedad.
En la Biblia y los escritos de Mrs. Eddy hallamos continua autoridad que apoya este aspecto íntimo de Dios como Padre-Madre y además un concepto humanamente compasivo de nuestro prójimo. Debemos protegernos contra el peligro de dejar que la letra abrume al espíritu, o dejar que la teoría tome el lugar que debería ocupar el amor.
Pablo escribió muchas veces acerca del amor de Dios por el hombre. En su carta a la Iglesia cristiana en Efeso él dijo de Dios como “siendo rico en misericordia, a causa de su grande amor con que nos amó” (Efesios 2:4).
En la obra We Knew Mary Baker Eddy (Nosotros conocimos a Mary Baker Eddy), segunda serie, un miembro de la última clase que dictó Mrs. Eddy relata lo siguiente (pág. 56): “ ‘En lo humano,’ recuerdo que ella añadió, ‘es bueno que pensemos de Dios como nuestro Padre y Madre, continuamente con nosotros, dándonos todo, vistiéndonos, alimentándonos y procurándonos todo lo bueno y hermoso, y cuidando de nuestros cuerpos humanos.’ ”
Esto naturalmente no es la finalidad de la Christian Science y Mrs. Eddy no dejó el asunto allí; pues continuó diciendo: “ ‘Pero en la metafísica el hombre es la imagen de Dios.’ ” Y el párrafo concluye diciendo lo siguiente: “ ‘El hombre es de la misma edad que Dios y refleja todo lo que Dios es y posee. Debemos vivir en el pensamiento de Su Vida y Amor infinitos siempre presentes.’ ”
Aunque pensar que Dios cuida de nuestras necesidades humanas no es la finalidad de la Christian Science, no obstante es un paso correcto hacia ella; y es beneficioso para nosotros todos volvernos en pensamiento a los elementos simples del Amor. Deberíamos recordar de que si bien es cierto que algunas veces aparentemente nos sentimos incapaces de llegar a un claro estado de pensamiento metafísico, todos tenemos aún, tal como lo percibieron Jesús y nuestra Guía, un Padre afectuoso a quien debemos amar siempre “por cuanto,” como dijo Juan, “él nos amó primero” (I Juan 4:19).