Algo que necesitamos cada día es el adquirir una mayor comprensión del Cristo. En “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” (pág. 583) Mrs. Eddy define al Cristo como: “La divina manifestación de Dios, que viene a la carne para destruir el error encarnado.”
Cabe notar que esta definición no contiene ni un solo indicio de corporalidad o personalidad. La palabra inglesa “manifest” (manifestar) tiene como significado raíz “asido de la mano”, lo cual señala la firme retención o la unión inseparable que existe entre Dios y el hombre mediante el Cristo.
Muchos pasajes en la Biblia se refieren a la mano derecha de Dios. Por ejemplo (Salmo 118:16): “La diestra de Jehová es excelsa,” y (Éxodo 15:6): “Tu diestra, oh Jehová, se ha hecho gloriosa en potencia.” Nosotros estamos a través del Cristo en manos de Dios, el bien. Nuestra necesidad suprema es sentir la fuerza de la Verdad, la inteligencia de la Mente y la inseparabilidad del hombre y el Espíritu.
Una comprensión del Cristo trae consigo un gran esclarecimiento espiritual. Un esclarecimiento tal es acompañado por el reconocimiento no sólo del poder espiritual mas también de su control supremo y gobierno perfecto.
La mente carnal, o mortal, reclama ejercer dominio sobre la tal llamada vida mortal que supuestamente crea; pero la mente mortal no es un creador, puesto que el creador único es Dios, el Espíritu. El magnetismo animal pretende retener a su víctima en una esclavitud que no se asemeja al Cristo. Esta dominación es una falsificación de la unidad indisoluble que existe entre Dios y el hombre por medio del Cristo.
La Christian Science
Nombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. nos enseña a desasirnos de la dominación de la mente mortal y a reconocer y demostrar el hecho que ni el pecado ni la enfermedad tienen el poder de dominarnos y que el poder, la adhesión, cohesión y atracción son todos espirituales.
Supongamos que a un practicista de la Christian Science se le pide que sane a un enfermo que de acuerdo al sentido material está sufriendo de un mal incurable. La enfermedad ha asumido mucho poder y pretende dominar al paciente. De manera que el error está actuando en nombre del poder, mas sin poder que apoye su pretensión. Toda la ley está establecida en Dios, pues Él la crea. La mente carnal carece de leyes, de autoridad y de poder. Todo poder proviene de Dios, y la Christian Science revela este hecho y lo demuestra. Mediante esta comprensión, el que sufre de una tal llamada enfermedad incurable será sanado.
Mrs. Eddy refiriéndose a la Christian Science dice en Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 364): “Es la diestra de Dios, la que sostiene el universo,— todo tiempo, espacio, inmortalidad, pensamiento, extensión, causa y efecto; constituyendo y gobernando toda identidad, individualidad, ley y poder.” Dios, el bien, mantiene Su creación asida tan firmemente en la ley divina a través del Cristo, que las cadenas del pecado y la enfermedad impuestas por nosotros mismos se caen cuando elevamos nuestra consciencia a la realización de que el hombre es inseparable de Dios, y que el gobierno está en Dios y Su Cristo y no en una mentalidad carnal o mortal.
¿No dijo acaso Isaías lo siguiente del Cristo (9:6) “El dominio estará sobre su hombro”? Las Escrituras son muy enfáticas sobre este punto. Todos estamos bajo el dominio de la Verdad y jamás podemos apartarnos de ella. Deberíamos reconocer constantemente la impotencia de la mente carnal, o mortal, de tenernos asidos en sus garras. Debiéramos percibir el poder supremo del Cristo para restaurar la salud y la armonía. El Apóstol Pablo dijo (Filipenses 4:13, según la Biblia inglesa): “Todo lo puedo en Cristo, que me fortalece.” Esta declaración confirma las palabras del Maestro cuando declaró que él poseía todo poder tanto en el cielo como en la tierra.
Si uno va a la cabecera del que sufre, aún del tal llamado enfermo incurable, armado de una comprensión del poder del Cristo, verá como la salud retorna al paciente, mientras aguarda con esperanza y se inclina reverentemente ante la presencia de la Verdad sanadora tal como se la entiende en la Christian Science.