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Ampliando nuestro concepto del hogar

Del número de enero de 1961 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cristo Jesús dijo (Juan 14:2): “En la casa de mi Padre muchas moradas hay.” El pensamiento de Jesús siempre fué ilimitado en razón de que jamás usaba la materia como medida. Ya fuere mientras alimentaba a la multitud, convertía el agua en vino o sanaba a los enfermos, el evidenciaba al pensamiento humano la vastidad del bien espiritual asequible a todo individuo de aquel entonces y del presente también.

Las demostraciones de Jesús del poder de Dios no fueron jamás escasas en razón de que sus expresiones de Dios, la Verdad y el Amor, no eran nunca pobres. Tal como después que la multitud hubo comido, sobraron doce canastos de alimentos, al igual que el hijo de la viuda fué resucitado sin necesidad de un período de convalescencia, también Jesús ejemplificó siempre la superabundancia de la bondad de Dios como lo demuestran las palabras de su parábola (Lucas 15:31): “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.”

En su carta a los Efesios el Apóstol Pablo habló de la plenitud de Dios, del “que es poderoso para hacer infinitamente más de todo cuanto podemos pedir, ni aun pensar, según el poder que obra en nosotros” (3:20).

La Christian Science enseña que el hombre verdadero, creado por Dios, refleja la superabundancia del Amor, la vastidad de la Mente. De manera que está dotado de inteligencia ilimitada y como expresión del Espíritu infinito goza de todo el poder espiritual.

El hombre mortal que busca la provisión sólo en la materia, halla la escasez; en vez de la riqueza halla la pobreza, y la deficiencia en lugar de la abundancia. Pero Mary Baker Eddy escribe en Ciencia y Salud (pág. 21): “Si el discípulo está adelantando espiritualmente, está esforzándose por entrar. Se aparta constantemente del sentido material y mira hacia las cosas imperecederas del Espíritu.”

La Christian Science no aconseja que nos volvamos al Espíritu teóricamente y que continuemos siguiendo el antiguo modelo material. Debemos por el contrario poner en acción las cualidades divinas que hemos contemplado en nuestros momentos de estudio y oración, es decir, la ternura, la humildad, el amor espiritual; y donde la mente mortal tratara de presentarnos una falsedad debemos esforzarnos por ver la creación perfecta de Dios.

Un ejemplo de cómo se manifiesta la eterna abundancia de Dios en la experiencia humana “según el poder que obra en nosotros” puede verse en el siguiente relato. Una familia de Científicos Cristianos había vivido muy felíz en la hermosa casita que poseían, pero a medida que los niños iban creciendo los padres llegaron a la triste conclusión de que tendrían que venderla y buscar una más grande. Durante dos años oraron, al mismo tiempo que tomaban lo que ellos consideraban los pasos humanos adecuados y necesarios. Vieron muchas casas pero ninguna de ellas parecía ser la que buscaban. Consultaron a contratistas con miras de ampliar la que tanto amaban pero esto sólo les trajo más desaliento.

Algún tiempo después y mientras la esposa oraba rogando ser guiada, este mensaje alado le fué desvelado (Isaías 54:2): “¡Ensancha el lugar de tu tienda!” Ella se puso a pensar: “Pues, esto es justamente lo que tanto he deseado hacer. Pero, ¿cómo?” La respuesta se le reveló diciendo que al ampliar o aumentar su expresión de las cualidades divinas se le revelarían los pasos necesarios que debía tomar, que la guiarían a la demostración de aquello que era humanamente necesario.

Ella sabía que de acuerdo a esta Ciencia, nuestra tienda o morada es nuestra consciencia y que justo allí estamos libres para construir, ladrillo sobre ladrillo y con una y otra acción afectuosa, una habitación hermosa y espaciosa sin ser estorbados por la materia o el dinero. Esta manera espiritual de construir, que lleva a cabo en vez de meramente teorizar, es gozosa y se manifiesta irresistiblemente en el modo necesario en nuestra experiencia.

Mientras cumplía con sus tareas de ama de casa, esta mujer percibió que el hogar verdadero del hombre es espiritual, cuidado por los mensajeros celestiales del Amor y que jamás se halla en la senda de las creencias destructivas. Se dió cuenta que la armonía de su hogar humano sería protegida de ser invadida por el resentimiento, la impaciencia, la irritación, la apatía, el sentido personal, el pecado y la enfermedad a medida que su pensamiento se mantuviese en un nivel espiritual, y en la proporción en que los pensamientos puros y afectuosos acerca de la familia, los amigos y los extraños que vinieran a sus puertas fueran contemplados. Comprendió también que en la proporción en que los miembros de una familia se elevan por encima de la presión que ejercen los sentimientos mortales y amplían su expresión de las cualidades de Dios, la atmósfera del Amor divino se hace evidente en la habitación humana.

Y nuevamente esta familia de Científicos Cristianos fué guiada a consultar a los contratistas. Esta vez se hicieron planos, con lo cual la casa quedaría un cincuenta por ciento más amplia y además ofrecería un confort y una conveniencia como jamás se lo figuraron. El trabajo comenzó inmediatamente y fué llevado a terminación con toda eficiencia y armonía, y muy minuciosamente.

Esforzándonos y orando por ampliar el concepto de nuestra morada, nuestros afectos se verán gradualmente enriquecidos hasta el punto en que podremos abarcar en un abrazo a todos los hombres y las naciones. Sólo la comprensión espiritual puede contemplar las dimensiones nuevas que revela la Christian Science respecto a la hermandad de los hombres.

“La morada o casa verdadera en la cual ‘vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser’, es el Espíritu, Dios, la armonía eterna del Alma infinita.” Estas palabras de Mrs. Eddy pueden ser halladas en la página 2 de su obra Pulpit and Press. Y luego ella continúa diciendo en la página siguiente: “Nuestra seguridad estriba en la confianza que tenemos de que moramos en la Verdad y el Amor, la mansión eterna del hombre.”

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