Cristo Jesús dijo (Juan 14:2): “En la casa de mi Padre muchas moradas hay.” El pensamiento de Jesús siempre fué ilimitado en razón de que jamás usaba la materia como medida. Ya fuere mientras alimentaba a la multitud, convertía el agua en vino o sanaba a los enfermos, el evidenciaba al pensamiento humano la vastidad del bien espiritual asequible a todo individuo de aquel entonces y del presente también.
Las demostraciones de Jesús del poder de Dios no fueron jamás escasas en razón de que sus expresiones de Dios, la Verdad y el Amor, no eran nunca pobres. Tal como después que la multitud hubo comido, sobraron doce canastos de alimentos, al igual que el hijo de la viuda fué resucitado sin necesidad de un período de convalescencia, también Jesús ejemplificó siempre la superabundancia de la bondad de Dios como lo demuestran las palabras de su parábola (Lucas 15:31): “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.”
En su carta a los Efesios el Apóstol Pablo habló de la plenitud de Dios, del “que es poderoso para hacer infinitamente más de todo cuanto podemos pedir, ni aun pensar, según el poder que obra en nosotros” (3:20).
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