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Gozo completo

Del número de enero de 1961 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La ascensión de Cristo Jesús se llevó a cabo cerca de Betania y sus apóstoles tuvieron el privilegio de presenciar este gran evento. Tal como se los había predicho, Cristo Jesús volvió al Padre; ascendió en pensamiento a tal punto que dejó de ser visible para los sentidos humanos de sus discípulos. El bienamado Maestro ya no estaba con ellos en persona como maestro y compañero. Y sin embargo “ellos, habiéndole adorado, volviéronse a Jerusalem con gran gozo,” relata Lucas (24:52).

La razón de su gozo no era obviamente substanciada por el sentido mortal, puesto que Jesús había ascendido. La escena inspiradora de la ascensión debe de haber añadido a la comprensión de los discípulos de las enseñanzas del Maestro respecto a la relación inmortal del hombre con Dios. Ellos habían presenciado el gran triunfo final de Jesús por sobre la materialidad y la muerte, y se daban cuenta que de allí en adelante ellos servirían al cristianismo como testigos y también como ministros y maestros. Había, pues, razón demás para el gozo.

El Científico Cristiano debería estar dispuesto a abandonar, tan prontamente como lo hicieron los apóstoles, el sentido corporal de la vida por el gozo y la paz en la demostración de la vida eterna del hombre en el Alma. A medida que aumenta la percepción científicamente cristiana del discípulo, el cambio corporal, la pérdida, y aun la partida de este mundo son contemplados como ilusiones del sentido material. Lo que sostiene la Ciencia divina, es decir, que el Cristo impersonal e incorpóreo, la Verdad, es el Salvador de la humanidad, es entonces reconocido. El gozo es el resultado natural de un progreso tal.

La Christian Science enseña que el hombre, el hijo de Dios, posee y expresa permanentemente la cualidad espiritual llamada gozo. En vista de que es espiritual, el gozo no es un júbilo corto, emocional o inestable, ni es tampoco una vía de escape para los problemas humanos. No depende ni de persona, del designio humano, o el medio ambiente material o de los placeres sensuales.

El gozo espiritual no es tan transcendental que no pueda ser experimentado por la humanidad. Es el resultado de un propósito de vida desinteresado en el cual la aplicación de la Regla de Oro llena un papel muy activo. Es hallado en la presencia del deber cumplido y donde los deseos han sido moldeados conforme a la divinidad.

Nuestra Guía, Mrs. Eddy, declara en su obra Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 287): “El Alma es la fuente infinita de la felicidad; sólo el goce elevado y santo puede satisfacer las ansias inmortales.” Para los sentidos espirituales, la agradabilidad no se halla mezclada con la tristeza y la discordancia; los placeres impersonales se suceden perpetuamente; la abundancia divina no sufre de carencia, y la constancia de la consciencia santa es ininterrumpida. He aquí la razón del gozo elevado que tan espontánea e irrepresiblemente se desborda del corazón del estudiante de la Christian Science.

Grande es la gratitud y la alabanza que éste siente por curaciones físicas, la solución de problemas y la provisión de necesidades, pues estas demostraciones evidencian al Emmanuel — Dios y Su omnipotencia para con los hombres. La perfección del hombre en la creación espiritual de Dios es un hecho demostrable.

El reconocimiento individual de la unidad eterna del hombre con Dios, el bien supremo, asegura la base infinita para el gozo. A través de este reconocimiento, el Científico Cristiano siente el lazo del amor fraternal y la lealtad. Los resentimientos, los remordimientos humanos, la desconfianza y el peligro desparecen por falta de realidad e identidad, y entonces se experimentan la felicidad y la armonía.

El Científico Cristiano verdadero no abriga reservas mentales. Su gozo es genuino, pues las Escrituras le han instruido en la prevención del error; y si hubiese cometido el error, percibe mediante el Consolador, la Ciencia Divina, que puede ser probado que el pecado es irreal y no forma parte del hombre.

A medida que el pensamiento asciende, los pasos del peregrino se tornan de la desesperación, la ansiedad y los sombríos presagios de la mente carnal al gozo del pensamiento elevado. Con humilde confianza se une al Salmista en este canto de alabanza a Dios (Salmo 16:11): “Me harás conocer el sendero de la vida: en tu presencia está la plenitud de gozo; a tu diestra se hallan delicias eternamente.”

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