Durante la invasión de Tarawa y al tiempo en que nuestro barco se hallaba anclado desembarcando provisiones, un escuadrón de bombarderos enemigos nos descubrió y comenzó a dejar caer bombas a nuestro alrededor. Al tratar de refugiarme permanecí en una posición muy incómoda, y poco después cuando traté de enderezarme sentí un calambre interno muy fuerte.
De allí en adelante, durante tres invasiones más de otras islas, me sentí continuamente exhausto. Finalmente volví a los Estados Unidos con licencia en un programa rotativo de treinta días de descanso y rehabilitación. Cuando llegué a mi casa un médico me examinó, diagnosticando que me hallaba sufriendo de un absceso al hígado causado por una desintería tropical. Me pidió que me presentara al hospital naval más cercano, y allí me dieron de baja de la marina. Desde el año 1945 hasta 1951 estuve bajo constante cuidado médico, pero sin poder hallar la curación.
Finalmente me torné a Dios rogando ser librado tanto de este como asimismo de otro complicado problema que trataba de relaciones humanas. Poco después conocí a la joven que más tarde llegó a ser mi esposa. Me invitó a asistir con ella a los servicios de una iglesia de la Christian Science. Algún tiempo después fuí a consultar a un practicista que se puso a orar devotamente por mí. A los treinta días me vi sanado completamente.
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