“La norma de la perfección fué originalmente Dios y el hombre,” escribe Mrs. Eddy en la página 470 de Ciencia y Salud. Esta norma como se la entiende en la Christian Science es perpetua. Se trata de un Dios perfecto y único, que es el Espíritu y la Mente, y del hombre perfecto y único, la idea espiritual de Dios. Este hombre, descrito en el primer capítulo del Génesis como la imagen y semejanza de Dios, es semejante a El en todo sentido. De manera que no puede reflejar nada que sea desemejante a Dios.
No obstante, una norma distinta puede ser hallada en el segundo capítulo del Génesis, donde aparece una niebla. Dentro de ella el sentido material modela a un hombre de barro, que conoce tanto el bien como el mal. Este concepto tiende entonces a contemplar a Dios como parecido al hombre pero en una escala mayor. La segunda norma es entonces la de un Dios limitado, antropomórfico, responsable de tanto el mal como el bien, y de un mortal confuso que vacila entre los extremos tales como el pecado y la santidad, la enfermedad y la salud, la vida y la muerte. La Christian Science declara que esta norma es completamente errónea.
Todos debiéramos comprender claramente las dos normas y su significado. Si nos fuera ofrecido dinero falso, podríamos quizás inocentemente convertirnos en un medio insospechado de crimen, a menos que el dinero falso fuera descubierto por lo que era en realidad y rechazado instantáneamente. Similarmente, los pensamientos de toda clase son ofrecidos a la consciencia. Cada pensamiento debería ser examinado con ojo crítico en términos de norma de perfección antes de permitírsele la entrada a la consciencia.
Cualquier pensamiento, acción o condición puede ser misurado mediante un criterio seguro, es decir, preguntándonos: ¿ Proviene esto de Dios, el bien infinito? Si lo fuera, se ajustará a la norma de la perfección y será divino, verdadero y beneficioso. Si no lo es, entonces quiere decir que es mortal, falso e irreal. Mrs. Eddy dice (ibid., pág. 392): “Poneos en guardia a la entrada del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que deseáis ver manifestadas en el cuerpo, os gobernaréis armoniosamente.”
La oración guía al pensamiento a una comprensión más clara de la perfección presente de Dios, el hombre y el universo. La oración mantenida en pensamiento y vivida en los hechos es una guía segura a través de la cual la verdad puede ser establecida en cualquier situación. La oración verdadera no consiste en rogar a Dios. Significa percibir y afirmar que la norma verdadera, Dios perfecto y Su reflejo perfecto, el hombre, es siempre la realidad presente, no importando cuál fuera la condición que presentan los sentidos materiales.
La historia de la resurrección de Lázaro es un hermosa ilustración de lo que constituye la oración verdadera y de cómo reclamar la norma verdadera. Cuando se le informó a Cristo Jesús que su amigo estaba enfermo, Jesús se puso “en guardia a la entrada del pensamiento,” pues dijo (Juan 11:4): “Esta enfermedad no es para muerte, sino para gloria de Dios. Un poco más adelante dijo a Marta: “¿No te dije yo que si creyeras, verías la gloria de Dios?”
Entonces Jesús ofreció su maravillosa oración de gratitud y afirmación, seguida de la demostración. El relato de la Biblia dice: “Clamó a gran voz: ¡ Lázaro, ven fuera! Y aquel que había estado muerto salió.”
La revelación de la norma verdadera se manifiesta a través de la oración. ¿ Puede acaso Dios enviar la enfermedad a Su hijo, el amado del Amor? La oración científica responde: No, puesto que la norma verdadera incluye la salud y la inmortalidad. ¡ Podía haber hecho Dios pecador al hombre o la víctima de malos hábitos? La oración afectuosa muestra que la norma perfecta es la pureza y la libertad.
Aquello que produce los múltiples males de que sufre la humanidad es el concepto material del hombre como un ser mortal. La verdad de la perfección eterna del hombre en la Ciencia es lo que prueba que los sentidos materiales y sus pretensiones son una falsedad.
La consciencia de los mortales incluye muchas fases de la norma falsa. No obstante, en esa consciencia existe una ansia latente de saber y expresar la norma correcta. Esta ansia halla expresión en ese verso tan familiar que dice (Salmo 19:14): “¡ Sean aceptos los dichos de mi boca, y la meditación de mi corazón, delante de ti, oh Jehová, roca mía y mi redentor!”
Mrs. Eddy señala en el Manual de La Iglesia Madre lo siguiente (Art. VIII, Sec. 1): “Los miembros de esta Iglesia deben velar y orar diariamente para que se les libre de todo mal, de que profeticen, juzguen, condenen, aconsejen, influyan o se les influya erróneamente.” Aquello que pensamos, decimos o hacemos debe estar continuamente de acuerdo con la norma de la perfección de Dios y el hombre. Entonces la demonstración del poder sanador de la verdad no será ya un asunto de casos aislados de la historia bíblica, mas será una experiencia diaria del presente.
    