La Biblia nos asegura que el hombre es el punto culminante en el orden de la creación, y que su majestad es indudable porque refleja a su creador, el Dios perfecto. A la verdad, él es la imagen verdadera de Dios, la Vida, la Verdad y el Amor.
La Christian Science reconoce la diferencia que existe entre una personalidad material y la individualidad espiritual del hombre. Enseña que el hombre no sólo no ha sido hecho del polvo, pero que tampoco es el siervo de la materia. El hombre, tal como lo revela la Ciencia, es una idea espiritual compuesta, coexistente con Dios.
Mrs. Eddy, la reveladora de esta Ciencia, no confundió al hombre verdadero, espiritual y perfecto con la personalidad material. Ella siempre conservó al hombre en su pensamiento bajo el concepto de idea, pura y majestuosa. Esto se hace evidente en la declaración que hace en su obra “No y Sí” (pág. 25): “El hombre es la idea eterna de su Principio divino o Padre. El no es ni materia ni un modo de la mente mortal, porque es espiritual y eterno, un modo inmortal de la Mente divina.”
El hombre posee derechos inalienables, pues la libertad es su herencia divina; Dios hizo libre al hombre. El hombre siempre está a salvo porque es amado y cuidado por su Hacedor; vive en la Vida como la idea sempiterna, inmortal, incapaz de ser dañada. ¡ Es por cierto majestuoso!
Probamos la verdad acerca del hombre cuando comprendemos que ya es perfecto. El Dios perfecto está siempre consciente de la perfección del hombre. El hombre refleja el Principio divino, su origen, y no se desvía de la perfección. Este Principio es la Vida eterna, el Amor divino; de manera que el hombre no puede experimentar la muerte. Es uno con la Mente, de modo que su capacidad es ilimitada. Esta Mente es el Alma, y el hombre es el representante del Alma, así es que se halla eternamente satisfecho. El reflejo del Alma es inseparable del Espíritu y ha sido hecho de la substancia del Espíritu, que no puede ser destruida. Este hombre, que es incapaz de sufrir discordancia, es identificado con la Verdad, y la Verdad es el Principio por el cual se rige la Christian Science.
En la Biblia se nos dice que Dios ha dado al hombre el dominio por sobre toda la tierra. A medida que demostramos este dominio a través de una comprensión de Dios y de la relación del hombre para con El, hallamos la satisfacción y participamos de la salud, el gozo, la bondad y la majestad que Dios imparte.
Comprender que el hombre es incapaz de pecar (puesto que sólo aquello que mora en la Mente divina eterna es individualizado por el hombre) hace posible que podamos resistir la tentación y que probemos que las creencias pecaminosas no forman parte de nuestra identidad verdadera.
Jeremías fué un ejemplo notable de las majestuosas cualidades del hombre verdadero. A pesar de que fué perseguido y mal comprendido, no atentó vengarse. Consciente de su misión, se dedicó a ella y jamás perdió la fe en la omnipotencia y la omnipresencia de Dios.
Cristo Jesús demostraba el poder de la Verdad por sobre todo el mal. Su expresión del Principio divino sanador, que es el Amor, probó la naturaleza divina y majestuosa del hombre verdadero.
En razón de que el hombre es espiritual, éste no está consciente del nacimiento, la madurez o el desmejoramiento, mas por siempre expresa su majestad original. Mediante la comprensión del Cristo, la idea verdadera de Dios, percibimos al hombre majestuoso. Un día una amiga me dijo: “A veces me pregunto si nos damos cuenta cabal de cuán maravillosos somos en realidad.”
Al hablar acerca de la belleza y la majestad del hombre de Dios, yo respondí: “Contemplo con reverencia este concepto del hombre. A medida que mi concepto acerca de mi prójimo se eleve más y más, veré a este hombre semejante a Dios por doquier.”
Es menester tener fe y devoción espiritual hacia la realidad para poder ser capaces de contemplar a este hombre, en vista de que las creencias de temperamento y la densidad del materialismo desearían velar nuestro concepto de la majestad del hombre. Pero recordemos y sigamos la admonición que Dios hizo a Job (40:10): “¡ Adórnate pues de grandeza y de majestad, y revístete de honra y de gloria!”
No podría existir un resumen mejor de la majestad fundamental y final del hombre que aquel que Mrs. Eddy ofrece en su obra “No y Sí” y que dice (pág. 17): “ ‘En El vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestro ser;’ por consiguiente, le es imposible al hombre verdadero — quien es un ser espiritual e individual, creado en la eterna Ciencia del ser — estar consciente de nada que no sea el bien. La imagen y semejanza de Dios nunca puede ser menos que un hombre bueno; y le es imposible al hombre ser más que la semejanza de Dios. El hombre es la culminación de la creación; y Dios nunca está sin un testigo siempre presente testificando de El.”
