Nuestra manera de pensar tiene mucho que ver con nuestra experiencia, tan es así que hasta puede decirse que determina lo que será nuestra vida. Cuanto más correcto sea nuestro modo de pensar y cuanto más corresponda con la realidad, tanto más armoniosa y constructiva será nuestra vida.
Cristo Jesús trajo al mundo esa manera de pensar que se diferenciaba radicalmente de aquella de los demás guías religiosos, pues Dios, la Mente divina, era el origen más antes que el objetivo de tal manera de pensar. En otras palabras, Dios era la fuente de sus pensamientos.
Los pensamientos del Maestro estaban siempre de acuerdo con la voluntad de Dios, la ley divina. Esta era la razón que le permitía hablar con autoridad. Jesús jamás aceptó lo irreal como verdadero. Nunca le acordó verdad al error o el poder al mal. Al hablar a la gente, Jesús asemejó a aquellos que vivían de acuerdo a sus enseñanzas al hombre prudente “que edificó su casa sobre la roca”; y “las multitudes quedaron asombradas de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no a la manera de los escribas de ellos” (Mateo 7) .
Cuando echó fuera a los demonios y sanó a los enfermos, no echó fuera entidades malignas del cuerpo de los hombres; echó las ilusiones del error fuera de la manera de pensar de los hombres, y lo hizo con la Palabra de Dios, el poder del Espíritu omnipotente. Aquello que llamaban espíritus malignos eran meramente las sugestiones del mal que aparentemente hacían susceptibles a los hombres a las maquinaciones y manipulaciones de Satanás, hasta que eran expelidas por la verdad. Estos diablos o demonios eran los supuestos contrarios de los “ángeles,” los cuales son definidos por Mary Baker Eddy en el libro de texto “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” como:
“Pensamientos de Dios comunicándose al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, pureza e inmortalidad, contrarrestando todo mal, sensualidad y mortalidad” (pág. 581). Estos fueron los ángeles mediante los cuales Jesús echaba fuera demonios.
La historia es la crónica que relata la manera de pensar que han tenido y tienen los pueblos. La historia de la era presente se está llevando a cabo. Cuando llegue el momento de ajustar cuentas, y para nosotros esto acontece a cada momento, ¿cuánto de nuestro modo de pensar podrá pasar el escrutinio de la Ciencia, o sea, estará de acuerdo con la Verdad y el Amor? ¿Cuánto corresponderá a la realidad que lo haría inmortal? El Maestro declaró (Mateo 12:36): “Yo os digo que de toda palabra ociosa que hablaren los hombres, darán cuenta en el día del juicio.”
No es suficiente entonces que pensemos meramente. Debemos pensar justa, correcta y científicamente, es decir, espiritualmente. La manera de pensar material puede glorificar sus hazañas espectaculares. Puede que por un tiempo imponga la aceptación de su jactada superioridad. A lo mejor menosprecia o aun rechaza el valor de los preceptos morales y la ley divina. Quizás relega la espiritualidad al reino del misticismo. Mas el modo de pensar que construye sobre el materialismo lo hace sobre la arena. Tal modo de pensar y sus proezas eventualmente volverán al polvo de donde originaron.
Por otra parte, esa manera de pensar que está de acuerdo con la realidad es el fenómeno más maravilloso de la existencia. Es algo que debiéramos tratar de comprender y no tomarlo como algo por supuesto. ¿Qué es lo que nos capacita para pensar? Por cierto que no es un órgano físico llamado cerebro. El hecho de que somos capaces de pensar, y que, de acuerdo a la creencia, estamos dotados de un cerebro, no hace que la mente y el cerebro sean idénticos. Ni tampoco puede la Mente divina, la fuente única de la inteligencia, depender de o estar sujeta a un organismo físico a través del cual expresarse.
Jesús poseía un cuerpo humano, pero su manera de pensar era enteramente diferente de aquella de sus contemporáneos. Lo que él pensaba era espiritual, no material, y los pensamientos espirituales no pueden emanar de la materia. Los pensamientos del Maestro, al igual que aquellos de los profetas de mentalidades espiritualizadas indicaban su origen divino. Pensamientos tales no tenían relación alguna con aquellos de los sacerdotes ritualistas, que se oponían a su ministerio. Por el contrario, la manera de pensar del Maestro dió un carácter especial a su misión y la hizo notable.
Isaías apeló a los malos incitándolos a que dejaran su camino y a los perversos a que abandonaran sus pensamientos y se volvieran al Señor. El dijo (Isaías 55): “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos, dice Jehová. Porque como los cielos son más altos que la tierra, así mis caminos son más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos que vuestros pensamientos.”
Comparando Sus pensamientos con la lluvia y la nieve que hacen que la tierra fecunde y produzca “de modo que dé simiente al que siembra, y pan al que come,” Dios declaró a través de Isaías: “Así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí sin fruto, sino que efectuará lo que yo quiero, y prosperará en aquello a que yo la envié.”
Mrs. Eddy, que descubrió y fundó la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., escribe (Ciencia y Salud, pág. 506): “El Espíritu, Dios, reúne los pensamientos aun informes en su cauces adecuados, y los desarrolla, al igual que abre los pétalos de un propósito sagrado, con el fin de que ese propósito pueda manifestarse.”
