Nuestra manera de pensar tiene mucho que ver con nuestra experiencia, tan es así que hasta puede decirse que determina lo que será nuestra vida. Cuanto más correcto sea nuestro modo de pensar y cuanto más corresponda con la realidad, tanto más armoniosa y constructiva será nuestra vida.
Cristo Jesús trajo al mundo esa manera de pensar que se diferenciaba radicalmente de aquella de los demás guías religiosos, pues Dios, la Mente divina, era el origen más antes que el objetivo de tal manera de pensar. En otras palabras, Dios era la fuente de sus pensamientos.
Los pensamientos del Maestro estaban siempre de acuerdo con la voluntad de Dios, la ley divina. Esta era la razón que le permitía hablar con autoridad. Jesús jamás aceptó lo irreal como verdadero. Nunca le acordó verdad al error o el poder al mal. Al hablar a la gente, Jesús asemejó a aquellos que vivían de acuerdo a sus enseñanzas al hombre prudente “que edificó su casa sobre la roca”; y “las multitudes quedaron asombradas de su enseñanza; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no a la manera de los escribas de ellos” (Mateo 7) .
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