“Nuestra sea Tu alegría.” Estas palabras del himno n.° 58 del Himnario de la Christian Science le aportaron a mi madre gran inspiración en una época en que disponíamos de muy pocos recursos materiales. El poder de la Verdad que estas palabras y toda la literatura autorizada de la Christian Science encierran se ha evidenciado claramente en nuestro hogar, pues gozamos de gran felicidad y abundante provisión.
Durante varios años tuve la oportunidad de asistir a la Escuela Dominical de la Christian Science. No obstante, mientras servía en la marina me percaté que simplemente llamarse un Científico Christiano no era en verdad suficiente.
Para ser un Científico Cristiano debía practicar en pensamiento y hecho las reglas estipuladas en el libro de texto, Ciencia y Salud por Mrs. Eddy. Solamente de ese modo podría ser probado el valor práctico de nuestra religión. Las obras sanadoras constituirían de por sí mismas la respuesta a la pregunta: “¿Por qué es usted un Científico Cristiano?”
He experimentado la curación de huesos dislocados sin la ayuda de la cirugía. Además he sido sanado de una infección a los dedos y abscesos sin medicinarme de ninguna manera. Fuí sanado también y muy rápidamente de fiebre tropical.
Durante la segunda guerra mundial percibí claramente que como resultado de la percepción de que la ley de Dios estaba siempre en operación fuí protegido de ser herido y al mismo tiempo de herir a otros. Una dificultad que tenía al hablar fué sanada cuando fuí nombrado maestro de la Escuela Dominical. Acepté, confiado en la comprensión de que ni una sola de las ideas de Dios es incompleta.
Con gran gozo mi esposa y yo hemos sido testigos de un feliz cambio de empleo y una nueva morada al esforzarnos por expresar más las cualidades espirituales que en realidad constituían un hogar y un empleo verdaderos. Percibiendo que la bondad de Dios se hallaba presente justo donde nos hallábamos, para ser compartida y demostrada, cancelamos nuestros planes de buscar casa y oportunidades nuevas en un país lejano, y nos esforzamos por librarnos de la voluntad propia y el deseo personal. El deseo sincero de estar donde Dios deseaba que estuviéramos y donde pudiéramos ser de mayor ayuda a nuestro prójimo, trajo resultados muy armoniosos.
Mi testimonio no sería completo si no expresara mi profunda gratitud por el hecho de ser miembro de La Iglesia Madre y de una Sociedad de la Christian Science, por haber recibido instrucción en una clase autorizada y por todas las actividades de nuestro movimiento.— Carmunnock, Lanarkshire, Escocia.
