La respuesta a esta pregunta no es difícil de comprender intelectualmente, pero la profundidad de su significado se revela al pensamiento humano sólo a medida que nos comprometemos a responder a sus obligaciones y permitimos que ellas gobiernen todo nuestro pensamiento. Para hacer esto se requiere una apreciación espiritual y religiosa de la sencilla respuesta que ofrece la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”., de que el Amor divino es Dios.
Y Dios ¿qué o quién es? puede que naturalmente pregunte algún profundo investigador, quizás algo perplejo en vista de que la Christian Science, al revelar un concepto impersonal de Dios, Lo presenta como algo menos que una entidad tangible. La Christian Science responde a esta pregunta no desde un punto de vista doctrinal, mas desde una base de absoluta veracidad probada de que Dios es infinitamente más que una persona, que El es espiritualmente tangible como Causa primordial o primaria, el Principio o fuente de toda realidad. De modo que Dios es la Vida original y única, y todo aquello que vive es Su expresión individual rodeada de Su amor. El es el Amor mismo, que todo lo crea, lo sustenta, que está siempre presente y eternamente activo.
En razón de que el ser consciente e inteligente constituye la vida, Dios debe ser la única consciencia infinita o inteligencia llamada la Mente divina. Aquello que la Mente crea, la Mente percibe y sólo aquello que la Mente conoce es real o verdadero. Todo lo que es verdadero emana de El, de modo que es Su semejanza exacta en naturaleza y en su ser. Ni la realidad ni la inteligencia, ni el poder existen fuera de Su conocimiento infinito; de ahí que otro término para la Mente sea Verdad. La Verdad es el Espíritu infinito, el origen, la substancia, la inteligencia, el Alma misma de todo lo que existe en realidad.
El orden científico del ser, dentro del cual la emanación o idea divina, el hombre, posee por reflejo las cualidades y la substancia de Dios, enseña que Dios es el Dador infinito o Amor divino. La sagrada relación del hombre y el Amor es espiritual, de manera que permanente; el hombre jamás puede verse privado de las maravillosas bendiciones que ofrece el Amor. Las enseñanzas y las curaciones efectuadas por Cristo Jesús señalan esas bendiciones y el hecho de que éstas se hallan constantemente disponibles para cada miembro de la familia humana. Pablo declaró (Romanos 6:23): “El don gratuito de Dios es vida eterna, en Cristo Jesús Señor nuestro.”
El Amor divino lo incluye todo; su esfera de acción lo abarca todo; nadie ni nada se halla excluido de su cuidado omniactivo, siempre vigilante. El Amor divino es omniciente; nada puede aventajarlo, sus loables propósitos no pueden verse estorbados, desviados o revocados. Lo que nos demanda es para que nuestro propio y mayor bien se vea realizado; desobedecerlo es incitar la frustración y la infelicidad; obedecerlo significa el progreso y el embellecimiento de nuestra vida. Cuando aceptamos la disciplina del Amor experimentamos el gozo de la submisión a su sabiduría infinita y total bondad.
El Amor divino es omniactivo, de modo que su expresión humana jamás se halla estancada, indecisa, o es teórica, ni tampoco tiene el más mínimo rastro del egoísmo. Nuestra Guía, Mary Baker Eddy, dice en su obra Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 250): “El amor no puede ser una mera abstracción o bondad sin actividad y poder.”
Dios, el Amor divino, necesariamente se expresa abiertamente; El abarca y sostiene a todos Sus hijos. ¿De qué otro modo podrían ser partícipes de Sus bendiciones? De manera similar nuestra expresión del amor del Amor no se halla amarrada al ser propio mas es ofrecida libremente a nuestro prójimo. Reternerla significa empobrecernos.
Este amor no es limitado mas es universal, no es tampoco personal sino espiritual, no obstante debe ser expresado por los individuos. No es una sensación momentánea, pero es en vez una base desde la cual podemos contemplar la vida; no es meramente un sentimiento mas es un poder — poder que dirige, provee y restaura, pues es la manifestación del Amor divino en acción.
El Amor divino nos demanda que protejamos a aquellos que están tratando de ejercer los derechos y privilegios que reclamamos para nosotros mismos. Esto demanda a veces que nos sobrepongamos al clamor de los instintos mortales tales como el egoísmo, la envidia o el temor de que algo que beneficie a otro nosotros debamos perderlo primeramente. Debemos percibir que los recursos del bien que posee el Amor son infinitos y que la competencia no puede existir en la presencia del bien infinito; que el “Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas” (Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mrs. Eddy, pág 13), y que lo que el Amor otorga, el Amor también protege.
El afecto humano es el reflejo del Amor divino sólo cuando se halla bajo el gobierno de la inteligencia del Amor. El amor emocional es lo que experimenta el sentido material. La adoración o devoción personales excesivas e irreflexivas carecen del gobierno de la comprensión espiritual, e indican la ansiedad por alguien acerca del cual no estamos dispuestos a dejar que el Amor divino guíe o cuide. Debemos recordar que en razón de que el Amor es la Mente, el reflejo de este Amor en la experiencia humana es inseparable de la inteligencia. Un amor de esta especie jamás puede verse desperdiciado. Estas palabras de Ciencia y Salud ofrecen gran consuelo (pág. 57): “El afecto humano no se dispensa en vano, aunque no sea correspondido. El amor enriquece nuestra naturaleza, engrandeciendo, purificando y elevándola.”
El amor espiritual rodea no sólo a aquellos que se hallan dentro de nuestro alcance humano, mas también a todos aquellos que están dentro del radio de nuestro pensamiento. Llena la vida de los sabios y los verdaderamente devotos; conforta, fortifica y enriquece tanto al dador cuanto al que recibe; es el corazón de la amistad y el cálido resplandor que emana del hogar de la vida humana. La demostración de este amor es la vara verdadera que medirá nuestra comprensión de la Christian Science; es la llave que abre el reino, pues nos ayuda a percibir las cosas de Dios, a sentir el poder del Espíritu y a vivir conscientemente en Su presencia.
El amor infunde cálida vitalidad a la letra de la Christian Science y la reviste con el poder espiritual. Sólo el amor puede tornarnos conscientes de que el Amor divino es nuestro Padre celestial y hacernos ver que lo celestial es lo verdadero.
El amor nos inspira con el deseo de sanar y nos confiere la capacidad para llevarlo a cabo. Con él podemos discernir el pensamiento espiritualmente y podemos percibir el error que debe ser echado fuera. Sin amor permanecemos fuera del terreno santo de la inspiración espiritual.
En estos días en que tanto se habla de proyectiles teledirigidos, bombas hidrógenas y los cálculos maliciosos de la tal llamada guerra fría, meditemos acerca del Amor divino y contemplémosle como el vínculo universal que mantiene a la raza humana unida en una gran cordura — la cordura de bondad, de ayuda que no vacila ni teme, es decir, la gran cordura de amor universal.
Contemplemos siempre al Amor divino como nuestro y recordemos que en realidad le pertenecemos a él. Reconozcamos que tanto nosotros como la familia humana en general somos en verdad los amados del Amor, y permitamos que nuestra vida diaria ofrezca testimonio elocuente de la aceptación cabal de este hecho por nuestra parte. Pues es nuestra obediencia espontánea al mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39) lo que abre la puerta a la riqueza, la felicidad, la belleza y la fuerza de la Vida que es Amor.
Sin el amor no es posible servir a Dios o agradarle e El, puesto que el amor puro es el espíritu del Salvador y que debe sentirse si hemos de comprender al Cristo.