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“Señor, ¿qué quieres que yo haga?”

Del número de abril de 1962 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La vida humana encierra en sí una superabundancia de preguntas que deben ser respondidas, a decir: ¿qué hacer?, ¿dónde ir?, ¿cómo pensar?, ¿cuándo hablar?, ¿en quién confiar? Las lecciones aprendidas de experiencias anteriores a menudo prueban ser útiles guías; no obstante, hay ocasiones en que no satisfacen. Pero Dios tiene un propósito para cada uno de Sus hijos. No es un propósito secreto. El propósito de Dios se revela continuamente mediante la comunicación de la inteligencia infinita, que suple prontamente y de manera absoluta las soluciones adecuadas. El estudiante sincero de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. encuentra que cada elemento correcto del carácter humano le ayudará a unirse a este propósito divino, apurándole a descubrirlo y preparándole para obedecerlo.

Esto se vió ilustrado notablemente en la carrera del Apóstol Pablo. En el Nuevo Testamento leemos acerca de su viaje a Damasco adonde se dirigía para cumplir con una misión animada por el celo mal encaminado y el odio sectario. Mientras seguía por el camino, el Cristo, la Verdad, inundó su consciencia y las intenciones maliciosas cedieron al momento a la honradez innata de su naturaleza. No desperdició tiempo justificándose a sí mismo, haciéndose remordimientos o condenándose. “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” humildemente preguntó (Hechos 9:6). Desde ese momento de suprema inspiración, se dedicó de todo corazón al cumplimiento de la tarea que le había asignado Dios. Su trabajo por la causa del cristianismo hizo historia, no sólo para su época mas también para los siglos que habrían de sucederse.

Cuando nos sentimos fortalecidos por la humildad y un sincero deseo de hacer el bien, nosotros también, al igual que el gran Apóstol, podemos encontrarnos con el Cristo en el polvoroso camino de Damasco de la experiencia humana. El empuje de la voluntad humana se ve detenido por todo aquello que tenemos dentro de nosotros y que está de acuerdo con la naturaleza divina. Tal como por la sinceridad, Pablo fue salvado de rehusar despectivamente la revelación del Cristo, nosotros nos tornamos receptivos al propósito de Dios mediante nuestro amor por el bien.

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