La vida humana encierra en sí una superabundancia de preguntas que deben ser respondidas, a decir: ¿qué hacer?, ¿dónde ir?, ¿cómo pensar?, ¿cuándo hablar?, ¿en quién confiar? Las lecciones aprendidas de experiencias anteriores a menudo prueban ser útiles guías; no obstante, hay ocasiones en que no satisfacen. Pero Dios tiene un propósito para cada uno de Sus hijos. No es un propósito secreto. El propósito de Dios se revela continuamente mediante la comunicación de la inteligencia infinita, que suple prontamente y de manera absoluta las soluciones adecuadas. El estudiante sincero de la Christian ScienceNombre que Mary Baker Eddy dió a su descubrimiento (pronunciado Crischan Sáiens). La traducción literal de estas dos palabras es “Ciencia Cristiana”. encuentra que cada elemento correcto del carácter humano le ayudará a unirse a este propósito divino, apurándole a descubrirlo y preparándole para obedecerlo.
Esto se vió ilustrado notablemente en la carrera del Apóstol Pablo. En el Nuevo Testamento leemos acerca de su viaje a Damasco adonde se dirigía para cumplir con una misión animada por el celo mal encaminado y el odio sectario. Mientras seguía por el camino, el Cristo, la Verdad, inundó su consciencia y las intenciones maliciosas cedieron al momento a la honradez innata de su naturaleza. No desperdició tiempo justificándose a sí mismo, haciéndose remordimientos o condenándose. “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” humildemente preguntó (Hechos 9:6). Desde ese momento de suprema inspiración, se dedicó de todo corazón al cumplimiento de la tarea que le había asignado Dios. Su trabajo por la causa del cristianismo hizo historia, no sólo para su época mas también para los siglos que habrían de sucederse.
Cuando nos sentimos fortalecidos por la humildad y un sincero deseo de hacer el bien, nosotros también, al igual que el gran Apóstol, podemos encontrarnos con el Cristo en el polvoroso camino de Damasco de la experiencia humana. El empuje de la voluntad humana se ve detenido por todo aquello que tenemos dentro de nosotros y que está de acuerdo con la naturaleza divina. Tal como por la sinceridad, Pablo fue salvado de rehusar despectivamente la revelación del Cristo, nosotros nos tornamos receptivos al propósito de Dios mediante nuestro amor por el bien.
En el libro de texto de la Christian Science, “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras,” Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Christian Science, afectuosamente nos asegura lo siguiente (pág. 62): “La naturaleza superior del hombre no está gobernada por la inferior; si lo estuviera, el orden de la sabiduría estaría invertido.” Cualquier aspecto que hayamos demostrado en nuestra propia vida de “la naturaleza superior del hombre” constituye una fuerte defensa en contra de la tentación depravada que incita a cometer el mal. El estudiante de la Christian Science puede probar diariamente que este anhelo de hacer la voluntad de Dios, que se verá apoyado por cada acto desinteresado que haya llevado a cabo, vierte la luz en la senda, que no puede confundir. “Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8) es la eterna promesa que nos dió el gran Maestro, Cristo Jesús.
Los mortales se inclinan a seguir modelos convencionales de manera de pensar y actuar. A menudo presentan resistencia a las oportunidades de progreso que se les presentan y que demandan un cambio radical de actitud o rumbo. En la marcha hacia adelante de nuestro avance espiritual no debemos mirar hacia atrás. La conversión de Pablo puso el broche final a un capítulo dedicado a la actividad errada; desde ese momento y tal como él mismo nos lo dice en una de sus Epístolas (Gálatas 1:16), “no consulté con carne y sangre” en un firme esfuerzo de servir de fiel testigo al propósito divino.
El bien jamás tiene sus raíces en el mal. Cuando un error ha sido corregido, pierde su derecho a un pasado o a un futuro. Los mortales no han sido condenados a seguir viviendo esclavos de un pasado pecaminoso. Mediante la gracia de Dios puede ponérsele fin a la perversidad reemplazándola con la percepción de la pureza no contaminada del hombre verdadero, el reflejo perfecto de la Mente infinita. La Christian Science vierte sobre nuestra vida la misma luz que transformó la vida de Pablo. El pecado vencido no puede imponer castigo.
La incertidumbre de la existencia humana y los múltiples y repentinos cambios imprevistos que resultan, pierden su amargura cuando encomendamos nuestra senda a la dirección inerrable de Dios. A medida que los móviles egoístas son puestos de lado y el temor es suplantado por la serenidad y la confianza en la eterna presencia del Espíritu, Dios, la obscuridad cede el lugar a la luz y los lugares escabrosos de nuestra jornada se hacen más suaves.
Es sabido que un objeto en movimiento responde más prontamente a ser guiado que uno estacionado. Cuando tenemos alguna duda acerca del paso que debemos tomar, debiéramos mantenernos atentos para ser capaces de silenciar los argumentos de la indecisión y el presentimiento, y reconocer firmemente la omnipotencia del gobierno de la Mente. Entonces el pensamiento se tornará receptivo al llamado intuitivo descrito por el profeta en su valiente declaración que dice (Isaías 30: 21): “Y tus oídos oirán una voz a tus espaldas, que diga: ¡Este es el camino, andad en él! siempre que os torciereis a la derecha o a la izquierda.”
La dirección que ofrece Dios es Su dádiva al hombre. Nuestra valiente Guía escuchaba la voz del Padre y firmemente rechazó toda tentación de seguir las indicaciones de la mente mortal, a medida que llevaba a cabo la misión que le había encomendado Dios. El mundo se ha visto bendecido por la fidelidad que Mrs. Eddy demostró respecto al propósito divino. Toda la humanidad hallará la salvación a medida que aprenda a obedecer las demandas del amor desinteresado tal como lo hizo ella. En su obra Miscellaneous Writings (Escritos Diversos, pág. 347) existe un pasaje inolvidable en el cual ella describe sus esfuerzos por seguir la guía de Dios. Ella escribe: “Uno me dice, encamínese por este camino; otro me dice: tome la dirección opuesta. En medio a los dos me detengo inmóvil; o aceptando la advertencia de uno de ellos sigo su consejo, doy unos cuantos pasos y luego me detengo. He despertado a un concepto no del todo desconocido. Ahora veo el camino claramente. Los guardianes de Su presencia me guían y entro en la senda.”
Nuestras oraciones jamás son en vano, cuando rogamos ser guiados y damos la espalda a las seducciones de la conveniencia temporal, el provecho personal o la desviación de la Regla de Oro en nuestro contacto con nuestro prójimo. Cualquier pérdida aparente que pudiera ocurrir en razón de habernos aferrado firme y valientemente a las demandas del sentido espiritual, será ricamente recompensada por el Amor según su modo permanente y satisfaciente. Poner las demandas de la Christian Science en primer lugar en nuestros móviles, ansias y actos, jamás significará la pérdida, mas será en vez el triunfo.
Aquellos que sirven en nuestra Causa lealmente y sin reservas comparten de la unción divina. No importa cuán obscuras o poco importantes aparezcan ser sus tareas para el concepto humano, lo cierto es que están ayudando a establecer el reino del Cristo en la tierra. La afluencia infinita del Alma es su protección y recompensa. En medio a la tensión producida por la crisis y la duda, la humilde petición: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” nos une al propósito de Dios y nos abre las puertas del cielo. En Ciencia y Salud hallamos la dulce seguridad que imparten estas palabras (pág. 254): “Cuando esperamos a Dios con paciencia y buscamos la Verdad con rectitud, El dirige nuestra jornada.”
