Tuve el gran privilegio de asistir a la Escuela Dominical de la Christian Science desde la edad de cinco años hasta casi los veinte. No obstante, después que me alejé del hogar para asistir a la universidad, dejé de frecuentar la iglesia y durante varios años no me interesé por ninguna religión.
Luego me fuí a vivir a una ciudad del oeste con mi familia y allí caí enferma de una afección al estómago. Llamamos a un médico para que me aliviara del dolor. Me sometí a tratamiento médico durante algunas semanas y también me tomaron radiografías. El médico diagnosticó mi mal llamándolo cálculos biliares y declaró que debía someterme a una operación, de lo contrario seguiría sufriendo. Cuando me avisó que había reservado para mí una pieza en un hospital, desperté finalmente y decidí plantarme firmemente en la Christian Science. Abandoné toda ayuda médica y le pedí a una practicista que me ayudara mediante la oración.
Una noche los dolores se hicieron tan intensos que hubo un momento en que sentí que ya no los podía aguantar más, pero la practicista permaneció firme y siguió orando. En la Escuela Dominical yo había aprendido a apoyarme enteramente en Dios y a reconocer que la Vida es perfecta y eterna, y ahora me aferraba a esta verdad. Mediante la afectuosa ayuda de la practicista y el coraje que me infundía mi familia, que siempre se mantuvo fiel a las enseñanzas de Mrs. Eddy, el dolor cesó y pude dormirme pacífica y naturalmente.
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