Hacía ya tiempo que me hallaba tras la búsqueda de una comprensión de Dios y de una religión en la cual pudiera creer con sinceridad. Mi madre había fallecido cuando yo contaba once años, y mi padre, mi hermana y yo vivíamos separados. Asistía a una iglesia, pero no me sentía satisfecha, y a pesar de que tenía un hogar y asistía a la escuela, me embargaba la conmiseración propia y como consecuencia desarrollé un complejo de inferioridad.
Mediante una curación maravillosa que experimentó mi hermana, pude captar una tenue vislumbre del Cristo, la Verdad, de modo que comencé a asistir a los cultos de una Sociedad de la Ciencia Cristiana.
La interpretación espiritual del Padrenuestro que aparece en las páginas 16 y 17 de “Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras” por Mary Baker Eddy, me impresionó profundamente. Había repetido durante toda mi vida el Padrenuestro sin haberlo comprendido jamás, pero ahora cada línea tenía un significado especial, y esta oración era un gran consuelo para mí.
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