Es sabido que un caballo de montar brioso yendo al trote por un camino abierto, a veces es posible que muestre un temor que llega hasta el punto de alarma irrefrenable ante la vista de un pedacito de papel movido por la brisa. El caballo que da un respingo lleno de terror en razón de un pedacito de papel al borde del camino ilustra lo que es el temor, es decir, una ilusión, un sentido falso.
Debemos arrancarle el disfraz al temor. El temor no es una entidad. Constituye un concepto perturbado debido a la ignorancia. La mejor manera de definir al temor es en términos que se hallan incluídos en su propia ilusión, por ejemplo, duda, confusión, disturbio, timidez, irritabilidad, indecisión, incertidumbre y ansiedad.
Un remedio seguro para el temor es la verdad que Cristo Jesús enseñó cuando dijo que Dios es Amor. El apóstol Juan declaró: “No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto echa fuera el temor; ... el que teme, no ha sido hecho perfecto en el amor” (I Juan 4:18). En la página 410 de Ciencia y Salud, Mrs. Eddy dice lo siguiente acerca de esta declaración de Juan: “He aquí una proclamación concreta e inspirada de la Ciencia Cristiana [Christian Science].”
En verdad, uno de los grandes beneficios que ofrece la Ciencia Cristiana [Christian Science] es el hecho que pone científicamente al descubierto y destruye el temor. En la reconfortante revelación de Dios como el Amor divino, Mrs. Eddy ha dado a la humanidad el remedio cabal para la ansiedad. En el capítulo titulado “La Práctica de la Ciencia Cristiana” en Ciencia y Salud hallamos una exposición completa de cómo debemos orar y trabajar con éxito por la curación de cualquier clase de enfermedad y dificultad.
Es significativo que el primer paso que señala Mrs. Eddy en cuanto a la oración científica, es el de sobreponerse al temor. Ella nos dice (ibid. págs. 411, 412): “Comenzad siempre vuestro tratamiento, apaciguando el temor de los pacientes. En silencio aseguradles de que están exentos de enfermedad y peligro. Observad el resultado de esta regla tan sencilla de la Ciencia Cristiana [Christian Science], y encontraréis que alivia los síntomas de toda enfermedad. Si lográis eliminar el temor por completo, vuestro paciente está curado.”
Aquellos que han experimentado la curación mediante esta religión espiritual científica pueden gozosamente dar testimonio que el reconocimiento de Dios como el Amor destruye ambos el temor y la enfermedad. Sentir el tierno amor que Dios abriga por el hombre es saber que todo marcha bien aquí y ahora. Por cierto que “la paz de Dios, que sobrepuja todo entendimiento” (Filipenses 4:7) es tanto el poder como la evidencia de la presencia sanadora del Amor divino.
La comprensión de que Dios es el Principio divino infalible, el Amor que todo lo ve, la Mente que todo lo sabe, que todo lo gobierna, nos ofrece la seguridad que en Dios y en el universo de Sus ideas todo está en orden y reina la armonía. El temor no puede hallar cabida en la certeza de la realidad del bien.
El temor es una especie de decepción. Una de las fábulas de Esopo cuenta de un asno que halló una piel de león y se la puso para asustar a los demás animales. Mas cuando el asno con absoluta insensatez trató de asustar a un zorro, la decepción fue descubierta, dado que el zorro habiendo oído la voz del asno dijo: “Yo también me habría asustado si no te hubiera oído rebuznar.”
Cuando percibimos que el temor es una ilusión, nosotros también podemos descubrir y sobreponernos a uno de los errores más importunos que la mente mortal impone a la raza humana.
Un estudiante de la Ciencia Cristiana [Christian Science] meditó mucho acerca de las palabras de Mrs. Eddy citadas más adelante respecto a la necesidad de apaciguar “el temor de los pacientes,” y pensó mucho acerca de la frase: “En silencio aseguradles de que están exentos de enfermedad y peligro.” Luego él razonó así: No importa cual sea la pretensión de la enfermedad, tenemos el derecho y la necesidad de afirmar que el paciente es inmune al peligro. No se trata de un mero optimismo humano, ni de infundirle más ánimo al paciente, mas es en razón de que comprendemos que el error es irreal porque Dios es el Amor perfecto, siempre presente y todo poderoso. En el tierno amor infalible que Dios prodiga al hombre no existen el temor, ni el dolor, ni la enfermedad, pues Dios — la Vida, la Verdad y el Amor — es todo en todo.
Sin embargo, la curación no se efectúa mediante la mera repetición de palabras. Por el contrario, lo que sana es el claro reconocimiento de la totalidad del Amor divino y de la absoluta falta de temor de parte del hombre.
En su obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos), Mrs. Eddy, su autora nos da un mensaje práctico de inestimable aliento. Dice así (pág. 307): “¡Qué herencia tan gloriosa nos proporciona la comprensión del Amor omnipresente! Más no podemos pedir; más no deseamos; más no podemos tener. Esta dulce certeza es el ‘¡Calla! ¡sosiégate!’ para todos los temores humanos, para el sufrimiento de toda clase.”