El deseo innato por alcanzar la satisfacción y sentirnos contentos, siempre va unido al móvil de cada una de nuestras actividades, nuestros esfuerzos y éxitos. Muy a menudo la satisfacción anhelada se confunde con la complacencia propia y el engrandecimiento personal, y siendo de naturaleza emocional se origina en la mente mortal o carnal, que tarde o temprano aporta la decepción y el sufrimiento.
Por otra parte, en la Ciencia Cristiana [Christian Science Pronunciado Crischan Sáiens.] aprendemos que la verdadera satisfacción es espiritual, esencial y es producto de la abnegación. Se la identifica con la paz y la felicidad duraderas; es indicación de exhuberancia divina y de plenitud divina — plenitud de toda cualidad derivada de Dios — y se basa sobre una convicción permanente en la totalidad de Dios y en Su inclusión del hombre como imagen y semejanza divinas.
Haciendo una distinción clara y definida entre la satisfacción genuina que se deriva de Dios y su opuesto material falso, Isaías se refiere a ello de este modo (55:2): “¿ Por qué gastáis dinero por lo que no es pan, y os afanáis por lo que no os puede satisfacer? ¡ Escuchadme con atención y comed lo que es bueno, y deléitense vuestras almas en grosura!”
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