El patriarca Noé representa un personaje de profunda significación aunque no poseemos datos precisos ni del lugar ni del país en que nació. Sabemos muy poco acerca de su padre, Lamech, pero su abuelo Matusalem tuvo el honor de haber gozado de una vida más larga que cualquier otro personaje mencionado en los relatos bíblicos.
Enoc, el bisabuelo de Noé, representaba la prefiguración de esa obediencia y unidad con Dios que se reflejaron en la experiencia de Noé, el cual habiendo aceptado la advertencia divina acerca del inminente diluvio de proporciones incalculables, tomó los pasos necesarios para proteger a toda su familia y a los seres vivientes que tenía a su cuidado. Además, la descripción de Noé como “pregonero de justicia” (II Pedro 2:5) por cierto nos indica que es posible que él haya hecho persistentes esfuerzos, aunque quizás en vano, por convertir y de ese modo salvar a sus vecinos que se hallaban entregados al materialismo.
Enoc ha sido mencionado dos veces en el capítulo 5 del Génesis donde dice: “Y anduvo Enoc con Dios”, lo que constituye una frase significativa que generalmente se interpreta en el sentido de que Enoc estaba unido a su creador tan firmemente que al igual que el profeta Elías pudo escapar de la severa experiencia de la muerte. Se cuenta que Enoc “no fué hallado, porque le tomó Dios consigo”. A pesar de que Noé no experimentó lo mismo en este sentido, estaba dispuesto a obedecer cuando oía la voz de Dios. De él también se dice que “andaba con Dios” (Génesis 6:9) y habiendo probado que era justo y recto fue aceptado por Dios.
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