Dios dijo a Abram, “Anda delante de mí, y sé perfecto” (Génesis 17:1). En su Sermón de la Montaña, Jesús ordenó a sus seguidores lo siguiente: “Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mateo 5: 48). La Ciencia Cristiana [Christian Science] insta a sus estudiantes a emular el modelo perfecto, el Cristo, la Verdad. Y ¿por qué este énfasis sobre la perfección? Porque es menester que sepamos que el hombre refleja la perfección divina, lo cual incluye el poder de la Verdad.
¿Recordamos acaso el completo dominio que Jesús poseía sobre el mal, mediante su manifestación del Cristo, su ser verdadero? ¿Y recordamos además lo que él dijo (Juan 14:12): “El que creyere en mí, las obras que yo hago, él las hará también”? ¿Recordamos que Mrs. Eddy llevó a cabo esas mismas obras mediante su infalible obediencia al Principio divino? Si es así, percibiremos la inmensa responsabilidad que nos enfrenta a nosotros los estudiantes de la Ciencia Cristiana [Christian Science], en un mundo que necesita el poder dinámico del bien.
La palabra “perfección” puede que desaliente a algunos que piensan que se refiere a una posición personal de importancia social o económica. Empero, aunque la perfección es impecable y no permite mancha alguna, se trata de la calidad que puede ser hallada tanto en el medio ambiente más humilde como en el más poderoso. En cierta ocasión tuve oportunidad de ver una pequeña mariposa de incomparable belleza. No había seda que pudiera ser más suave ni de un blanco más puro que el de sus diminutas alas. Una fina línea de color negro azabache acentuaba su hermosura. Estaba, o así al menos me pareció, más cerca de la perfección de la belleza que un manto real de armiño.
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