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Dios está en todas partes

[De especial interés para los niños]

Del número de julio de 1965 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace muchos años una pequeña niña llamada Sandra vivía con sus padres en un desierto vasto y árido. No tenía hermanos o hermanas y tampoco había niños cerca con quienes podía jugar. En aquella época no existían ni la radio ni la televisión, mas en la pieza del frente había un piano de ébano y la madre de Sandra solía tocar y cantar. Lo que más le gustaba a Sandra era cantar junto con su madre los himnos del Himnario de la Ciencia Cristiana. El padre también cantaba con ellas algunas veces después de comer.

En vista de que en ese paraje no había una escuela, su madre le enseñaba todos los días sus lecciones escolares y también le leía de la Biblia y de Ciencia y Salud por Mrs. Eddy. Toda la familia, el papá, la mamá y Sandra experimentaron muchas curaciones hermosas como resultado de esta lectura diaria.

Un día Sandra se enfermó y su madre le leyó mucho de la Biblia y de Ciencia y Salud, pero Sandra seguía empeorando. Al tercer día después de haber pasado una mala noche, Sandra exclamó angustiada: “Dios mío, ¿por qué no me sana la lectura? En otras ocasiones lo ha hecho siempre.”

Instantáneamente se le presentó al pensamiento la repuesta en forma de esta pregunta: “¿Y qué estás haciendo tú al respecto?”

“Oh”, exclamó ella, “yo no puedo leer esas palabras tan difíciles. Soy muy chiquita.”

Nuevamente recibió esta respuesta: “Puedes probar.”

Sandra ansiosamente respondió: “Sí, puedo probar.” Se sentó en la cama y tomó un ejemplar de Ciencia y Salud que tenía en una mesa que estaba cerca. Lo abrió en la página 71 y leyó las tres primeras frases que decían: “Nada es real y eterno, — nada es Espíritu, — sino Dios y Su idea. El mal no tiene realidad. No es persona, lugar, ni cosa, sino simplemente una creencia, una ilusión del sentido material.”

Sandra leyó estas frases una y otra vez. Las palabras no eran demasiado difíciles y pudo captar su significado muy pronto. Claramente comprendió que lo único que es verdadero es Dios, el bien. El mal no es real. De modo que si no es una persona, por cierto no podía ser ella. Entonces si no es un lugar, no podía ser su cuerpo. Y si no es una cosa entonces no puede ser más que una ilusión.

Sandra sabía lo que era una ilusión, en razón de que había visto muchas veces en el desierto el espejismo de lagos, árboles y ciudades donde ella sabía que lo único que había era arena. Se puso a meditar mucho acerca de este hecho cuando se le presentó este pensamiento, “si esta enfermedad es una ilusión, ¿por qué te quedas en cama?”

“Pero, es claro,” pensó ella, “debo levantarme y caminar, como dice la Biblia.”

Se levantó al instante aunque no le fue fácil. Parecía sentirse más mal que nunca, pero estaba haciendo esfuerzos por ser obediente, así es que siguió vistiéndose. Cuando acabó de vestirse, el dolor había desaparecido.

Corrió feliz a la cocina donde su madre se hallaba cocinando y exclamó: “¡Mamita, no estoy más enferma! Tengo hambre. ¿Puedo comer un pedazo de pan con mantequilla y dulce?”

Mientras la madre le ponía dulce a la rebanada de pan, Sandra le contó lo que había pasado y el corazón de la madre se llenó de gratitud por la curación de su pequeña hija.

Mrs. Eddy escribe en Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 2): “Las Escrituras declaran que Dios es de ojos demasiado puros para mirar el mal (Habacuc 1:13), mas también declaran que Dios se compadece de los que le temen, que no hay lugar donde no es oída Su voz, y que El es ‘socorro muy bien experimentado en las angustias.’” Y Jesús dijo: “¡Gracias te doy, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños!” (Lucas 10:21).

Mientras esperaban que el papá volviera para almorzar, la mamá se sentó al piano de ébano en la habitación del frente de la casa, y se puso a cantar un himno y a enseñárselo a Sandra. De esta manera ambas expresaron gratitud, pues habían tenido una prueba más de que Dios está en todas partes aun en un gran desierto aislado.

El verso que Sandra aprendió a cantar ese día es parte del Himno No. 341 del Himnario de la Ciencia Cristiana:

En nuestra enfermedad, en nuestra salud,
En nuestra abundancia, o en nuestra necesidad,
Si nos tornamos a Dios en oración
Dios está presente por doquier.

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