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Los cuarenta días de Goliat

Del número de julio de 1965 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La selección bíblica leída en una reunión de testimonios del miércoles en una Iglesia Científica de Cristo, incluía la historia tan familiar de David y Goliat. Yo había oído y leído este relato infinidad de veces. Esa noche, no obstante, una declaración que no había notado anteriormente se destacó muy clara y vívidamente. Era este versículo (1° Samuel 17:16): “Entretanto se acercaba aquel filisteo de mañana y de tarde, y se presentó en actitud de reto por espacio de cuarenta días.”

La historia continúa relatando que David tomó una pequeña piedra y con su honda la lanzó contra Goliat pegándole en la frente, poniendo fin así y para siempre a las repetidas amenazas de este gigante y eliminando el temor que había infundido en todo Israel.

A pesar de que Goliat hizo despliegue de su tamaño y fuerza, armadura, escudo y pesada lanza durante cuarenta días, su confianza en los medios materiales repentinamente sufrió un colapso. David, un joven sin ninguna experiencia en el arte de la guerra, pero con una gran confianza en su Dios, usó los sencillos medios que un pastor tenía para defender a su rebaño, y así venció en pocos minutos a un guerrero experimentado.

Cristo Jesús pasó por un período de prueba cuando, después de cuarenta días y cuarenta noches de ayuno en el desierto, fue tentado por el diablo. Tres veces trató el diablo de tentarlo con sugestiones materiales y tres veces Jesús resistió, reprochó y finalmente venció a su adversario. Jesús reconocía y amaba al mismo Dios a quien David se encomendó con tanta confianza, y el Maestro salió victorioso de esta prueba.

De allí en adelante, cuando a Jesús se le presentaban el pecado, la enfermedad o la muerte, rápidamente vencía cada una de estas pretensiones materiales con el poder del Cristo que tan ampliamente le había sido dado. Mrs. Eddy escribe en su obra Unity of Good (La Unidad del Bien, pág. 11): “Jesús no tuvo necesidad ni de ciclos de tiempo ni de ciclos de pensamiento, a fin de madurar la aptitud para llegar a la perfección y sus posibilidades.”

La Ciencia Cristiana nos ofrece la seguridad que el poder del Cristo eterno, siempre activo e instantáneo, es asequible para todos. No obstante, aunque el período de prueba fuere cuarenta días o cuarenta minutos, la persistencia inteligente es un requisito indispensable. Mrs. Eddy escribe lo siguiente en Ciencia y Salud (pág. 254): “Son consecuentes los individuos que, velando y orando, pueden ‘correr, y no cansarse; ... caminar, y no desfallecer’, que logran el bien rápidamente y mantienen su posición, o que lo obtienen despacio y no se dejan vencer por el desaliento. Dios exige perfección, pero no hasta que la batalla entre el Espíritu y la carne sea librada y la victoria alcanzada.”

Todo estudiante sincero de la Ciencia Cristiana sabe que cada curación resulta de la oración contínua y persistente. A veces un período de prueba es necesario y útil, pues nos despierta a la acción. La presencia y el poder sanador del Amor divino debe ser percibido y establecido antes de que se lleve a cabo la curación. El desaliento debe vencerse por medio de la fe, la inspiración y la comprensión.

Mrs. Eddy pone gran énfasis sobre el poder sanador del Amor, no obstante, de igual manera ella señala la necesidad de hacer un esfuerzo correcto y persistente para comprender el Amor. Ella escribe (ibid., pág. 22): “El Amor no se apresura en librarnos de la tentación, porque el Amor quiere que seamos probados y purificados.”

A medida que aceptamos la manifestación siempre presente de Dios, de la Vida, la Verdad y el Amor, la mente mortal abandona su falso concepto del cuerpo y entonces el cuerpo manifiesta salud normal. No importa cuán grandes sean las pretensiones de los Goliat modernos o cuán persistentes sean sus esfuerzos, el poder de la Verdad se halla disponible inmediatamente para aportar la pronta liberación a aquellos que persisten en reclamar su propio ser verdadero como reflejo de Dios.

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