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Betsy comprueba el cuidado de Dios

[De especial interés para los niños]

Del número de enero de 1966 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La hora del día que más le gustaba a Betsy era la dedicada a la narración de cuentos. A ella le gustaban especialmente los relatos bíblicos. A veces escuchaba a su madre que le contaba acerca de cómo fueron librados los tres jóvenes hebreos que habían sido echados al horno ardiente porque se rehusaron a adorar ídolos y así violar el Primer Mandamiento. Betsy deseaba poder guardar siempre este mandamiento: “No tendrás otros dioses delante de mí” (Exodo 20:3), pues de ese modo estaría segura de la protección de Dios.

Después que Betsy comenzó a asistir a la escuela, se le presentaron muchas oportunidades de recordar las historias de la Biblia y de poner en práctica las verdades que había aprendido de ellas.

En cierta ocasión su clase asistió a uno de los conciertos que se ofrecían en un gran auditorio municipal. Dado que todos los niños de las escuelas de la ciudad y de los pueblos vecinos asistían a estos conciertos, ese día había un gran número de enormes autobuses amarillos en ese recinto municipal.

Para mantener a todos los niños juntos mientras se dirigían al auditorio y lo mismo para el regreso, la maestra los había hecho formar fila doble de manera que cada niño tenía un compañero. No obstante, al finalizar el concierto y al aprontarse para volver al autobus, otra fila de niños se cruzó justamente delante de Betsy y su compañerita Debbie, separándolas del resto de sus compañeros.

Después que hubo pasado esta otra fila Betsy y Debbie no pudieron ver al resto de su clase y no sabían cuál de los tantos autobuses era el de su escuela. Cuando Debbie se dió cuenta de esto, prorrumpió en llanto. En ese momento Betsy también sintió ganas de llorar, pero luego recordó dónde debía tornarse en busca de ayuda. Asistía a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana y a ella le gustaba mucho cantar el himno cuyas palabras fueron escritas por Mrs. Eddy y que comienza así (Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 304):

La colina, di Pastor,
cómo he de escalar;
cómo a Tu rebaño yo
puedo apacentar.
Fiel Tu voz escucharé,
para nunca errar;
y con gozo seguiré
por la senda audaz.

La maestra de la Escuela Dominical de Betsy les había dicho muy a menudo a la clase que constantemente podían afirmar que Dios está siempre presente para ayudarles y que tal como lo enseñó Jesús: “Para Dios todas las cosas son posibles” (Mateo 19:26).

Recordando estas verdades Betsy le tomó la mano a Debbie y ambas se encaminaron al área de estacionamiento. A medida que iban caminando Betsy afirmaba que Dios estaba con ellas, y dado que El estaba presente se dió cuenta que no podían estar perdidas. Dirigiéndose a una de las tantas filas de autobuses siguieron hasta el fin, luego hicieron lo mismo con la fila siguiente y en el segundo autobus hallaron a sus compañeros que ya estaban sentados en sus lugares.

Al llegar a su casa Betsy relató lo que les había pasado, y ella y su madre se regocijaron por esta prueba del cuidado de Dios. Luego su madre le leyó estas palabras de la obra The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany (La Primera Iglesia Científica de Cristo y Miscelánea, págs. 149, 150), por Mrs. Eddy: “Recuerda que no puedes ser puesto en condición alguna, por severa que sea, donde el Amor no haya estado antes que tú, y donde su benigna lección no te esté esperando. Por tanto, no desesperes ni murmures, porque aquello que ansia salvar, curar y librar, te guiará, si tú buscas esta dirección.”

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