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“Un consejero acertado”

Del número de enero de 1966 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Qué cree Ud. que debiera hacer yo?” es una pregunta que frecuentemente se nos formula a cada uno de nosotros. Antes de aconsejar haríamos bien en considerar la afectuosa admonición que el Manual de La Iglesia Madre por Mrs. Eddy ofrece a los Científicos Cristianos en el Artículo VIII, Sec. 1, y que dice: “Los miembros de esta Iglesia deben velar y orar diariamente para que se les libre de todo mal, de que profeticen, juzguen, condenen, aconsejen, influyan o se les influya erróneamente.”

El profeta Isaías anunció la venida del Mesías, y uno de los nombres que usó al referirse a él fue el de Consejero. Al actuar como consejeros, manifestamos entonces el Cristo, la idea verdadera de filiación. En la proporción en que los pensamientos sanadores semejantes al Cristo estén presentes cuando deliberamos con otros, entonces el bien y la ley de Dios del bien serán demostrados pues la luz del bien expele el error. La premisa sobre la cual debe basarse nuestro trabajo no sólo debe incluir el hecho de que Dios lo hizo todo, más también el hecho de que todo lo que El hizo es bueno.

En su obra Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 288) Mrs. Eddy dice: “Aún vuestras sinceras y valerosas convicciones respecto a lo que es mejor para otros puede que estén erradas; vosotros mismos debéis probar por demostración que estáis en lo correcto, y llevar a cabo aquello que más bendecirá a la gran mayoría antes de tener al certidumbre de que seréis un consejero acertado.”

¡ Qué desafío tan grande nos enfrenta cuando pensamos que primeramente debemos llevar a cabo nuestras propias demostraciones, o pruebas de que Dios es todo poder! Las demostraciones que dan prueba de nuestra perfección e integridad como hijos de Dios resultan de la entera confianza en la Verdad, y de la negación de cualquier forma de creencia errónea que trata de posesionarse de nuestra consciencia.

Las afirmaciones de la Verdad deben ser potentes, pues son necesarias para probar la totalidad de Dios. Estas afirmaciones nos ayudan a contemplar más allá de la personalidad humana y a comprender la verdadera individualidad espiritual. Cuando elevamos el pensamiento a la Mente única y percibimos la falsedad de cualquier clase de pretensión de otra mente, somos más capaces de demostrar el concepto verdadero del hombre como la semejanza armoniosa del Espíritu.

Admitir que la falta de armonía pueda existir quizás se manifieste en discordancia humana, y a menudo ésta es la razón por la cual la persona busca ser guiada. En una ocasión así todos aquellos implicados deben esforzarse por percibir más claramente que el reino de Dios, que es gobernado por Sus leyes de armonía eterna, está siempre presente.

El hijo de Dios no puede encontrarse inadaptado. Cada idea de Dios se halla en su lugar adecuado en el reino armonioso de Dios. A medida que nos aferramos a estas verdades haciéndolas la base de nuestros consejos y ayudamos a aquel que desea ser guiado, a que se torne a Dios, la armonía reemplaza la discordancia y el ajuste armonioso se manifestará en la situación humana.

Cuando ayudamos a los demás, bien podemos tornarnos al ejemplo que dió Moisés después que fue escogido para guiar a los hijos de Israel. Humildemente se apoyó en la dirección de Dios, de quien él recibió los Diez Mandamientos que dió a los hijos de Israel para que les sirviera de guía, y los extrajera del desierto de la duda y la oscuridad.

Sólo cuando el individuo que es consultado se despoja de todo sentimiento de orgullo de que ha sido seleccionado porque se le considera una autoridad, y en vez se torna humildemente a Dios como la Mente única que él refleja, será capaz de ofrecer el mejor consejo a otros en la búsqueda de la relación con la Mente, la fuente de la sabiduría. El criterio acertado es el resultado de la confianza devota en la Mente como la inteligencia única.

La que escribe ha hallado muy beneficioso en algunas experiencias en que debía aconsejar, meditar por un momento sobre el mensaje del Salmista (Salmo 19:14): “¡Sean aceptos los dichos de mi boca, y la meditación de mi corazón, delante de ti, oh Jehová!” El consejo que es aceptable a los ojos de Dios despierta el pensamiento que encontrará que Dios es una ayuda siempre presente en cualquier situación humana. Es importante recordar que la función del practicista de la Ciencia Cristiana no es dar consejo humano.

Para ser capaces de ofrecer el mayor bien a muchos debemos recordar sobre todo, de expresar a Dios, el Amor divino. Todos aquellos que están ansiosos de ser consejeros acertados deberían observar y practicar las virtudes que Pablo señala en el capítulo donde habla de la caridad o amor (I Corintios 13:4–6): “El amor es sufrido y benigno; el amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no se ensoberbece, no se porta indecorosamente, no busca lo suyo propio, no se irrita, no hace caso de un agravio; no se regocija en la injusticia, mas se regocija con la verdad.”

Si nuestro consejo se basa sobre el Amor, hallará el éxito pues “El amor nunca se acaba” (versículo 8).

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