Desearía relatar una de las tantas experiencias que he tenido que prueban la practicabilidad, valor y bendición que ofrece la Ciencia Cristiana.
Una tarde sentí la necesidad de orar por un entendimiento más claro de Dios y del hombre creado a la imagen y semejanza de Dios. Nuestra casa está escondida en un valle rodeado de pronunciadas y elevadas colinas interrumpidas por afloramientos de roca. Un día decidí subir hasta la cima de una colina donde sabía que nada me podría distraer.
Mientras trepaba un afloramiento rocoso, estaba pensando descuidadamente sobre un reportaje que había leído del carnaval festejado en una ciudad de Europa. Las máscaras de varias personalidades del mundo habían estado en venta al público y me complacía pensando en que la máscara de cierto hombre se hallaba en el último lugar en orden de popularidad. En ese preciso momento resbalé y caí de cabeza sobre una roca que se hallaba más abajo. Casi perdí el conocimiento y me hice una profunda herida en la frente.
En la Ciencia Cristiana aprendemos que es nuestra ignorancia, temor, malicia, obstinación o pecado lo que causa nuestra angustia o enfermedad y que el corregir la condición mental aporta salud y armonía. En consecuencia percibí que debía corregir mi modo de pensar inmediatamente.
El primer pensamiento que se me cruzó por la mente fue que la sangre no era mi vida, sino que Dios es Vida infinita y por lo tanto es mi Vida y toda la Vida que existe. El segundo pensamiento que se me presentó fue que el hombre nunca ha caído de su estado elevado. El hombre es creado a la imagen y semejanza de Dios, y afirmé que esta verdad se aplicaba imparcialmente a mi verdadera identidad, a aquella de la cual yo estaba pensando, y a aquella de toda la humanidad.
No dudé acerca del resultado de mi oración, de modo que continué trepando. Al cabo de una hora regresé a mi casa. Dormí normalmente y a la mañana siguiente fui como de costumbre a la oficina. Allí tuve que hacer frente al impacto de las opiniones falsas. Sentí una sensación de náuseas o como si me fuera a desmayar cuando la gente me miraba. Sabía que esto originaba del pensamiento que me había herido en un accidente, y las náuseas o sensación de desmayo desaparecieron inmediatamente, cuando me di cuenta que ni las personas ni yo, podíamos actualmente ver la creación de Dios como incompleta e imperfecta. Tres días más tarde, quedaban pocas señales de la herida.
Esto ha sido una verdadera bendición para mí, porque ahora estoy más alerta en reconocer la inseparabilidad del hombre con Dios. En la Biblia, leemos que en Dios, “vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestra ser” (Hechos 17:28) y en Ciencia y Salud, Mrs. Eddy nos dice (págs. 258, 259): “Por medio del sentido espiritual podéis percibir el corazón de la divinidad y empezar así a comprender en la Ciencia el término genérico hombre.” — , Florida, Transvaal, República de Sud Africa.
