Una de las persistentes creencias erróneas que acosa a la gente es aquella que sostiene que existe placer en la materia. Una y otra vez los mortales ceden a esta creencia, y una y otra vez los resultados son la desilusión y el remordimiento. Si uno acepta sus formas más agresivas tales como la glotonería, el fumar, el beber bebidas alcohólicas, el idolatrar el cuerpo, y la sensualidad, entonces la mentira de que hay placer en la materia puede resultar en esclavitud mesmérica que lleva al sufrimiento y a la desesperación.
Aquellos que poseen un sentido claro de lo correcto puede que deseen liberarse de esta esclavitud, pero a menudo no saben cómo hacerlo. Uno atenta llevarlo a cabo, pero descubre que no puede. Se prueba la voluntad humana, pero no se alcanza la victoria. ¿Qué hacer entonces?
Cristo Jesús nos da la solución. Su Sermón de la Montaña incluye esta inspirada bienaventuranza (Mateo 5:8): “Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.” A medida que comprendemos, cultivamos y practicamos la pureza, nos tornamos conscientes de la presencia de Dios, el bien, y entonces la inclinación a creer que la materia ofrece placer desaparece.
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