Una de las persistentes creencias erróneas que acosa a la gente es aquella que sostiene que existe placer en la materia. Una y otra vez los mortales ceden a esta creencia, y una y otra vez los resultados son la desilusión y el remordimiento. Si uno acepta sus formas más agresivas tales como la glotonería, el fumar, el beber bebidas alcohólicas, el idolatrar el cuerpo, y la sensualidad, entonces la mentira de que hay placer en la materia puede resultar en esclavitud mesmérica que lleva al sufrimiento y a la desesperación.
Aquellos que poseen un sentido claro de lo correcto puede que deseen liberarse de esta esclavitud, pero a menudo no saben cómo hacerlo. Uno atenta llevarlo a cabo, pero descubre que no puede. Se prueba la voluntad humana, pero no se alcanza la victoria. ¿Qué hacer entonces?
Cristo Jesús nos da la solución. Su Sermón de la Montaña incluye esta inspirada bienaventuranza (Mateo 5:8): “Bienaventurados los de limpio corazón; porque ellos verán a Dios.” A medida que comprendemos, cultivamos y practicamos la pureza, nos tornamos conscientes de la presencia de Dios, el bien, y entonces la inclinación a creer que la materia ofrece placer desaparece.
La Ciencia Cristiana muestra que el punto de partida para toda manera de pensar correcta y pura se basa en la comprensión de que Dios, la Mente divina, es la única causa y el único creador y de que el hombre, creado a Su imagen, es perfecto y espiritual y, por lo tanto, inmune a las erróneas creencias falsas. Este hombre creado por Dios constituye nuestra verdadera identidad y sólo puede abrigar pensamientos puros dado que todos sus pensamientos proceden de Dios, la Mente pura y única.
El comprender esto nos capacita para ver que los pensamientos impuros que se relacionan con el placer en la materia, no tienen base ni existencia verdaderas, de manera que pueden ser negados como irreales. A medida que nos rehusamos a admitir su validez, desaparecen por falta de aceptación.
Al esforzarnos por alcanzar la pureza, debemos mantener el pensamiento firmemente en aquello que es bueno, y persistentemente albergar los “ángeles” que se definen así en la página 581 de Ciencia y Salud por Mrs. Eddy: “Pensamientos de Dios comunicándose al hombre; intuiciones espirituales, puras y perfectas; la inspiración de la bondad, pureza e inmortalidad, contrarrestando todo mal, sensualidad y mortalidad.”
Las mentirosas sugestiones del error son contrarias al bien, Dios, de modo que carecen de poder o inteligencia. Si nos mantenemos conscientes del estado elevado del hombre como hijo de Dios, estas sugestiones no pueden influenciarnos ni hacernos caer. ¡Qué victoria tan grande se alcanza cuando los pensamientos que producen la esclavitud son reemplazados por los ángeles puros de Dios!
Pero la victoria por lo general no se alcanza sin lucha, y ésta a veces parece ser muy severa. Es necesario un esfuerzo persistente para rechazar los falsos argumentos del error y para aferrarse a la pureza. A veces el primer paso para subyugar lo falso — la sugestión de placer — es la de dominarla negándole poder.
A este respecto, el siguiente consejo que Mrs. Eddy nos ofrece es pertinente: “Mientras no se puedan prevenir los malos efectos, debiera evitarse lo que los ocasione” (Ciencia y Salud, pág. 329). Por medio de un continuo y sincero esfuerzo, es indudable que el resultado será el de una completa victoria. Es útil recordar que la creencia de placer en la materia es meramente el fútil esfuerzo de la mente carnal que trata de perpetuarse a sí misma tentándonos a que aceptemos sus atractivas mentiras. Una sutil mentira que a veces tienta a quien no se mantiene alerta, es la creencia de que puede haber placer en el relato de historietas o anécdotas inmorales. Un joven Científico Cristiano que había progresado y por lo tanto no se divertía con chistes de mal gusto, se vio perturbado por tener que escucharlos a menudo de sus compañeros. Después de haber tratado sin éxito de evitar estas ocasiones, resolvió encarar el asunto de frente y de aliarse firmemente a la pureza.
Al poco tiempo un compañero le preguntó si había oído cierta historia y dio a entender que la relataría con gusto. El joven respondió que no la había oído y que con todo gusto la escucharía si era una historia sana y limpia. Este reproche a la impureza tuvo un efecto inmediato y la historieta jamás fue relatada. Lo más importante fue que la firme posición tomada, eliminó los relatos posteriores de historietas de esa índole. El valor que encierra el adoptar una posición firme en contra del error en sus pretensiones de placer, había sido demostrado.
Cualquiera que abrigue el deseo de ser bueno y de hacer lo correcto, puede comenzar, por medio de la comprensión de la presencia y del poder de Dios, a vencer la mentira de que existe placer en la materia, y puede expresar más claramente la cualidad de pureza del Cristo. La recompensa que esto aporta es inapreciable.
    