En el Estatuto titulado “Publicaciones periódicas de la Iglesia” en el Manual de La Iglesia Madre, Mrs. Eddy describe con exactitud el deber que tiene cada miembro respecto a nuestras publicaciones. En ese Estatuto leemos lo siguiente (Artículo VIII, Sección 14): “Es privilegio y deber de cada miembro que tenga los medios, subscribirse a las publicaciones periódicas que son los órganos de esta Iglesia.”
¿Estamos aprovechando al máximo el privilegio que significa tener estos periódicos, y estamos agradecidos por los mensajes de curación que nos ofrecen? ¿Estamos cumpliendo con nuestro deber de compartir este privilegio con nuestro prójimo? Para determinar el valor de este privilegio y para aceptar incondicionalmente el deber que lo acompaña, debemos hallar una respuesta satisfactoria a las dos preguntas siguientes: (1) ¿Cuál es la misión verdadera que Mrs. Eddy asignó a las publicaciones de la Ciencia Cristiana? (2) ¿Por qué debemos apoyarlas?
Durante siglos, y hasta nuestros tiempos, el medio por el cual las iglesias cristianas han diseminado sus enseñanzas han sido los sermones personales y el trabajo misionero. Esto fue también lo que ocurrió con la iglesia de la Ciencia Cristiana durante varios años después que Mrs. Eddy descubriera esta Ciencia. En el año 1883 nuestra Guía fundó la primera de estas publicaciones destinadas a hacer el papel de misioneros impersonales, y en el año 1895, inspirada por Dios, decretó que la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, que ella escribiera, debían de allí en adelante ser nuestros únicos predicadores.
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