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[Original en alemán]

La libertad individual

Del número de octubre de 1968 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los hombres anhelan la libertad y desean poder romper las cadenas que los hacen sentir atormentados o sin oportunidad de realizarse en sus profesiones, o limitados en sus hogares, o en las relaciones familiares.

En momentos en que la redactora de este artículo conoció la Ciencia Cristiana, la que muy pronto la sanó de una enfermedad y de una sensación de inquietud, ella comprendió cuánta libertad hay en la armonía eterna de Dios. Y así aprendió que Dios es el Principio divino, la Mente divina, la única Mente, y que el hombre es Su idea, existente en la Mente divina. Dios conoce Sus ideas y las sostiene en todo momento en armonía. El hombre es creado para reflejar a Dios en completa perfección, salud y pureza. Cristo Jesús abrió los ojos de sus discípulos a la verdad de dios y Su relación con el hombre, es decir Su idea. Debido a que Jesús reconoció claramente la unidad e inseparabilidad entre el hombre y su creador, él pudo exigir: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). Él sabía y demostró que la perfección no es una teoría utópica, dado que el hombre como la idea de Dios refleja la perfección de su Padre.

Mrs. Eddy pone en claro que en realidad, todos nosotros moramos en la única Mente, la única fuente inteligente, y que el hombre creado por Dios conoce solamente las cosas de Dios. Reconozcamos la relación filial entre Dios y el hombre, reclamemos su reflejo de salud, desechemos el temor, y luchemos por la perfección y expresémosla. Como Pablo dijo: “Perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros” (II Corintios 13:11).

Con la paz viene la libertad, pues la libertad es un concepto espiritual y puede ser hallada solamente en Dios. En la página 225 de Ciencia y Salud, Mrs. Eddy escribe: “Todo cuanto esclavice al hombre es contrario al gobierno divino. La Verdad hace al hombre libre”. Esta verdad llega a ser individualmente adquirida por medio del Cristo, el mensaje divino que viene de Dios al hombre.

Hablando en general, uno cree que cuando ha cumplido con su deber, ya tiene paz y libertad. Y esto es cierto. Pero ¿cuál es tal obligación? Por ejemplo, ¿ha cumplido con su obligación una madre que constantemente teme por su hijo, al preocuparse ansiosamente por las corrientes de aire, creyendo que éstas causan los resfríos de su niño? Un Científico Cristiano sabe que la obligación de una madre consiste en entender al hombre como el reflejo de Dios en toda Su perfección. Cuando una madre sabe que su hijo se encuentra seguro en Dios, es decir en el creador y preservador de todo el bien, ella se sentirá libre de todo falso sentido de responsabilidad.

Mrs. Eddy lo puso en claro para nosotros repetidas veces en sus escritos: que nosotros no tenemos nada que temer, puesto que el mal no tiene poder. Hay un solo poder, Dios. En la página 275 de Ciencia y Salud escribe: “El punto de partida de la Ciencia divina es, que Dios, el Espíritu, es Todo-en-todo, y que no hay otro poder ni otra Mente, — que Dios es Amor, y que por tanto es el Principio divino”. No obstante, debemos vigilar nuestro pensamiento y darnos cuenta que es Dios quien lo controla. Esto evitará que los pensamientos erróneos entren en la consciencia.

Dios conoce solamente la armonía. Y sobre tal afirmación nosotros podemos, más aún, debemos confiar. A medida que las madres se esfuercen por restablecer las ideas de Dios en sus pensamientos, las cadenas de los erróneos pensamientos de temor se soltarán. Ellas serán libres, lo mismo que sus hijos.

Si una persona que ejerce una profesión se siente amedrantada porque uno de sus colegas pueda estar mejor preparado que él, o si tiene el deseo de superar a su colega y disminuirlo, por supuesto que no encontrará libertad. Solamente la lucha abnegada nacida del conocimiento consciente de que Dios es el único que otorga inteligencia a uno tanto como a los demás, nos capacita para trabajar con seguridad y libertad.

La misma verdad es aplicable a los deportes. A medida que uno se esfuerza por obtener buenos resultados en genuina camaradería con sus compañeros, demostrando así la única Mente, Dios, alcanzará su meta, despejado y libre.

A menudo sucede que nos encontramos juzgados y criticados por los demás con gran severidad. Sea que nuestra vanidad haya sido lastimada, o que la crítica se base en pensamientos negativos, no tiene mayor importancia. ¿ Por qué sufrimos? Santiago nos dejó este consuelo: “¿ Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración” (5:13). Orar significa ponernos en armonía con el ser de Dios.

Tornémonos a Dios si es que estamos en duda respecto a nuestros actos o acerca de la integridad de aquel que nos critica y pidamos a Él que nos examine y nos juzgue. Dejemos lo que nos preocupa a Dios. Si escuchamos atentamente cuando oramos, escucharemos Su voz. Y Su respuesta nos hará libres; libres de los pensamientos erróneos. Si la crítica es justificada, reconoceremos esto y como personas inteligentes, podremos mejorar nuestra norma de conducta. Nuestra oración habrá sido efectiva. Sin embargo, si la crítica se basa en la falta de amabilidad, entonces necesitamos solamente saber que Dios no permitirá que ningún mal se allegue a nosotros. Cristo, el mensaje de la Verdad y el Amor, ha purificado nuestro pensamiento y nos ha liberado.

A medida que uno expresa el bien en su propio pensamiento y modo de obrar, que practica el amor, y que sobre todo, tiene confianza en el bien, podrá ser conocedor de la actividad de Dios. La libertad individual se adquiere sólo a medida que dejamos que la voluntad de Dios nos gobierne. Para lograrlo, debemos cumplir incondicionalmente Sus demandas y así obedecerle. Dios demanda de nosotros que pensemos correctamente, y la Ciencia del Cristo nos enseña cómo. El recto pensar quiere decir contemplar como la nada y desechar todo lo que sea inarmonioso, todo lo que sea malo.

Los hombres a menudo se inclinan ante lo que parece un castigo de Dios o enfermedad, lo que suponen que Él nos inflige; y así se convierten en esclavos de sus propios pensamientos erróneos. Dios no envía ni la enfermedad ni ninguna otra clase de mal. Dios es el bien, solamente. Esto lo podemos reconocer. Los frutos de tal reconocimiento y de nuestra obediencia a Dios se pondrán de manifiesto diariamente en nuestra iglesia, en nuestras ocupaciones, en nuestro matrimonio, en la familia y en nuestras diversiones. Entonces estaremos cumpliendo con nuestro deber. Hemos entrado por el camino del Cristo.

En la página 347 de su libro Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) Mrs. Eddy dice: “Entro por el sendero. Puede que sea fácil, puede que sea escabroso; pero es siempre recto y estrecho; y si fuera cuesta arriba todo el camino, el ascenso es fácil y la cima puede ser ganada”. ¡Qué magnífica promesa! “La cima puede ser ganada”. La cima es la libertad espiritual. La ley del así llamado mundo material, con sus temores y limitaciones de toda clase, pierde su poder y su vigor para nosotros y por último se anula. “El fin de la ley es Cristo” (Romanos 10:14). ¡Somos libres!

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