“Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:31). Cuando vieja y enferma para el sentido humano, hice un viaje a las montañas y allí conocí a una encantadora dama que me prestó algunas publicaciones de la Ciencia Cristiana. Así comencé a entender mejor cuán aplicables eran los pasajes de la Biblia ya familiares para mí. Poco tiempo después, tuve la primera prueba de que uno puede confiar en el Amor divino.
En aquella época parecía casi imposible conseguir un cuarto, pero comencé a caminar confiadamente por el camino que conducía a un valle más alto para preguntar por ahí. Apenas había dado algunos pasos cuando un automóvil paró a mi lado y el dueño me invitó a subir. Así lo hice y le dije que yo estaba buscando una pequeña casa de verano por las cercanías. Me dijo que él tenía un chalet con jardín y que yo podría vivir allí si no temía estar sola. Muy agradecida acepté y pasé un verano de lo más agradable. Luego regresé a casa.
Mi salud fue mejorando, y comencé una vida de plena labor. Me hice miembro de La Iglesia Madre y de una Sociedad de la Ciencia Cristiana y recibí instrucción en una clase Primaria de la Ciencia Cristiana, por lo cual estoy muy agradecida.
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