“Los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:31). Cuando vieja y enferma para el sentido humano, hice un viaje a las montañas y allí conocí a una encantadora dama que me prestó algunas publicaciones de la Ciencia Cristiana. Así comencé a entender mejor cuán aplicables eran los pasajes de la Biblia ya familiares para mí. Poco tiempo después, tuve la primera prueba de que uno puede confiar en el Amor divino.
En aquella época parecía casi imposible conseguir un cuarto, pero comencé a caminar confiadamente por el camino que conducía a un valle más alto para preguntar por ahí. Apenas había dado algunos pasos cuando un automóvil paró a mi lado y el dueño me invitó a subir. Así lo hice y le dije que yo estaba buscando una pequeña casa de verano por las cercanías. Me dijo que él tenía un chalet con jardín y que yo podría vivir allí si no temía estar sola. Muy agradecida acepté y pasé un verano de lo más agradable. Luego regresé a casa.
Mi salud fue mejorando, y comencé una vida de plena labor. Me hice miembro de La Iglesia Madre y de una Sociedad de la Ciencia Cristiana y recibí instrucción en una clase Primaria de la Ciencia Cristiana, por lo cual estoy muy agradecida.
Una mañana, mi nieto comenzó a tener fiebre y a sentir un dolor en los ojos tan intenso que no podía abrirlos. Por espacio de tres días recurrimos repetidas veces a la Biblia y a Ciencia y Salud.
Al tercer día quise lavarlo con una toalla grande y húmeda, pero él quiso dejársela en la cabeza, dado que le resultaba fresca y agradable. En ese momento se dio cuenta repentinamente que sólo cuando uno confía absolutamente en la Verdad, el poder sanador de la Verdad puede convertirse en una realidad para uno. Cuando me permitió usar la toalla para darle el uso que yo intentaba, es decir, sólo para limpiarlo, el muchacho se levantó completamente curado.
Un día, me estaba preparando para la cena y me empecé a sentir mal, con síntomas de lo que creí era un ataque al corazón. Inmediatamente pensé que eso era una tentación y llena de esperanza, tomé el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud. Cuando en la página 391 leí: “Borrad las imágenes del pensamiento mortal y sus creencias en la enfermedad y el pecado”, esta situación intolerable fue completamente erradicada.
Estoy agradecida por Cristo Jesús, por Mrs. Eddy, quien descubrió la gloriosa Ciencia del Cristianismo, por mis innumerables bendiciones, y por el hecho que puedo servir en una Sociedad de la Ciencia Cristiana. ¡ Ojalá que llegue ese momento en que “la tierra será llena del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar”! (Habacuc 2:14).
Villa Ballester, FCNGBM
Provincia de Buenos Aires
Argentina
