“Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz” (Génesis 1:3).
Desde los primeros versículos del Génesis, cuando el mandato de la Mente divina disipó las tinieblas, hasta los capítulos finales del Apocalipsis, la luz simboliza el entendimiento acerca de Dios, en aumento.
Los escritores bíblicos, constantemente han usado el símbolo de la luz para expresar su concepto de espiritualidad y de inspiración divina. Cuando Moisés bajó del Monte Sinaí después de hablar con Dios y de recibir los Diez Mandamientos, “la piel de su rostro era resplandeciente” (Éxodo 34:30), de manera que puso un velo sobre su rostro cuando hablaba con Aarón y con los hijos de Israel.
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