En muchas ocasiones he podido comprobar la certeza de la declaración inicial de Mrs. Eddy en el Prefacio de Ciencia y Salud: “Para los que se apoyan en el infinito sostenedor, el día de hoy está lleno de bendiciones”.
Hace algunos años, cuando era niño, padecía con frecuencia de dolor de oídos y durante el invierno era necesario que usara sombrero como medida de precaución. En el verano, cuando nadaba, debía cuidarme para que no me entrara agua en los oídos.
Un día de verano al regresar a casa, después de nadar en un lago, tuve que afrontar este problema, pero esta vez el dolor era más intenso y continuaba agravándose. Poco después de haberme recostado empecé a sangrar por el oído y la boca presentándole un cuadro muy alarmante a mi familia. Pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana y en una hora el dolor desapareció, el oído empezó a supurar hasta secarse. Salí a jugar sintiéndome completamente libre del dolor.
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