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[Original en español]

“Hágase tu voluntad”

Del número de octubre de 1971 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El que está acostumbrado a la vieja teología, generalmente oye decir “sea hecha la voluntad de Dios”, con un sentido de resignación a algo desagradable. Muchos creen que la voluntad de Dios es algo malo que debemos aceptar inevitablemente.

¿Pero es posible que la voluntad de nuestro Padre celestial conduzca al sufrimiento? Puesto que Él es Amor, ¿cómo podría Él desear que Sus hijos tengan una vida de amarguras, enfermedades, escasez, desarmonía? Esto no puede ser Su voluntad. Si lo fuera, nuestro gran Maestro, Cristo Jesús, en su magnífica oración que enseñó a sus discípulos, no hubiera dicho: “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6: 10). En el Glosario de Ciencia y Salud Mrs. Eddy define el “cielo” como “la armonía; el reino del Espíritu; gobierno por el Principio divino; espiritualidad; felicidad; la atmósfera del Alma” (pág. 587). Está bien claro, entonces, que en el cielo no hay nada malo. Jesús nos enseñó a invocar la voluntad de Dios porque sabía que el resultado sería siempre armonioso; y él sanó la enfermedad y el pecado y resucitó a los muertos.

Quizás la costumbre de creer que la voluntad de Dios es probarnos por medio del dolor, provenga del recuerdo acerca de Jesús en el Monte de los Olivos cuando en triste agonía, que fue seguida por la crucifixión, dijo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22:42). Pero la prueba de Jesús lo guió a un triunfo de gloria sublime. Su resurrección ha quedado como la prueba de la victoria más sublime del Espíritu sobre la materia. Jesús fue el gran exponente de Dios, el que vino a enseñarnos el camino.

Nuestro Padre-Madre Dios quiere de nosotros solamente lo que podemos darle, a saber, consagración, amor, gratitud, obediencia a Sus leyes. Su voluntad es que Le amemos como al Padre infinito que quiere que seamos felices. En los momentos más difíciles bien podríamos decir: “Si, 'Hágase tu voluntad'”, no con una actitud de resignación sino de expectativa. Sabemos que es la voluntad de Dios la que produce la armonía. Es Su voluntad la que nos libra de todo error y nos llena de júbilo, de satisfacción.

En Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos) por Mrs. Eddy leemos (pág. 208): “Pero ¿quién está dispuesto a hacer Su voluntad o a dejar que se haga? Los mortales obedecen sus propias voluntades y de esta manera desobedecen el orden divino.” Efectivamente, obramos por impulso, sin escuchar la voz callada y suave que nos indica lo que debemos hacer.

La que esto escribe, encontrándose una vez sin trabajo, llegó a una ciudad desconocida a visitar a unos amigos que eran sinceros Científicos Cristanos. Pensando que el ambiente que existía allí era lleno de amor, sintió que entonces era bueno que ella buscara trabajo en esa ciudad y se quedara allí. Fue de una agencia a otra y puso y contestó avisos en los diarios, pero siempre inútilmente. Le pidió a una consagrada practicista de la Ciencia Cristiana que trabajara para ella, pero los meses pasaban y no encontraba trabajo. Ella creía que quería hacer la voluntad de Dios, pero quería hacerla allí donde ella quería. Pensaba que debía ser la voluntad de Dios que permaneciera en aquel lugar porque bajo todo punto de vista todo parecía ser tan bueno.

Una mañana, ya fastidiada de recorrer agencias y contestar avisos, fue a ver a la practicista para preguntarle cómo era posible que su trabajo tan consagrado no diese resultado. Con mucho amor la practicista le contestó: “Su empleo ya está preparado y la está esperando. Entréguese a la voluntad de Dios”. Salió de la oficina de la practicista muy sorprendida por esas palabras.

Empezó a reconsiderar y ver la situación bajo otra luz. En pocas semanas su Asociación Anual de la Ciencia Cristiana iba a tener lugar en otra ciudad. De pronto comprendió que debía irse y dejar que solamente se hiciera la voluntad de Dios. Desde ese momento una gran alegría y una gran paz inundó su corazón.

Después de la Asociación le dijo a su maestro que pensaba irse a una gran ciudad para conseguir empleo, a lo cual él contestó: “No, no vaya para recibir sino para dar. Piense solamente en las cualidades que Ud. puede dar”. En el tren se puso a pensar en los atributos de Dios que ella podía reflejar para este caso. Hizo una lista, la cual incluía integridad, inteligencia, obediencia y exactitud. Pensando en su experiencia anterior decidió cambiar su método. “Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis” (Juan 21:6) dijo Jesús a algunos de sus discípulos.

Al llegar a la ciudad fue a ver a una practicista y por medio de ella se encontró instalada en un hermoso departamento por dos meses sin tener que pagar renta. Compartía el departamento con otra señorita que en seguida le demostró mucho amor. Con suma alegría todas las mañanas iba a la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Al pasar por esos inmensos rascacielos pensaba que eran símbolo de la abundancia divina.

Trabajaba con las Concordancias de la Biblia y de las obras de Mrs. Eddy en la lista que se había preparado. Muchas veces se repetía: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). Estaba firmemente decidida a terminar primero que nada ese trabajo metafísico en la Sala de Lectura y luego buscar empleo, aunque sus recursos se estaban agotando.

Pero antes de ocho días algo maravilloso ocurrió. Fue llamada para entrevistarse con el dueño de una radiodifusora conocida en todo el mundo. Este señor era Científico Cristiano. Después de oirla le dijo: “Su empleo aquí está preparado y la está esperando desde hace tiempo”. ¡Las mismas palabras que le había dicho la practicista! Éste era un trabajo en el cual tenía experiencia y que podía beneficiar a miles de personas y no sólo a ella. ¡En realidad sólo hay una Mente! La voluntad de Dios se había cumplido.

Antes de tomar una decisión, de cualquier clase que sea, deberíamos siempre dirigirnos al Amor divino para que nos guíe. Deberíamos estar bien seguros de que nuestra decisión es buena y completamente carente de egoísmo. Alguien quizás diga: “¿ Pero cómo puedo saber si esto está realmente de acuerdo con la voluntad de Dios para mí? Si es la voluntad de Dios, estaremos llenos de gozo, de paz, nos sentiremos completamente satisfechos, unidos a nuestro Padre. Si en cambio, después de haber tomado la decisión, nos sentimos aún confusos, dudosos o entristecidos podemos estar seguros de que la decisión tomada no está de acuerdo con la voluntad de Dios. Entonces debemos orar más y más consagradamente hasta que encontremos la inspiración divina.

Entregarse completamente a la voluntad de Dios no incluye reservas ni deseo humano de hacer esto o lo otro, en este lugar o en aquél. Es olvidarse de sí mismo y del problema, pensar solamente que Dios está presente y que Él es la única Mente. Mrs. Eddy dice en Miscellaneous Writings (pág. 213): “Científicos Cristianos leales, tened buen ánimo; la noche está avanzada, el día amanece; el reino universal de Dios aparecerá, el Amor reinará en cada corazón, y Su voluntad se hará en la tierra así como en el cielo”.

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