“Quisiera ser mayor”, pensaba Guillermo. “Quisiera que mi voz cambiara de una vez. Quisiera tener mi propio automóvil y mi licencia para manejarlo”.
Sus pensamientos fueron interrumpidos por la voz de la maestra, “Guillermito, por favor ven por tu cuaderno”.
Al ir a recogerlo volvió a sus pensamientos. “Quisiera ser tan alto y robusto como Jorge y que la gente me llamara Guillermo y no Guillermito”.