Nada hay que haga más feliz, que dé más satisfacción y salud, que el estar consciente de la vida en Dios, el Amor divino siempre presente. El Salmista cantó: “Porque sacia al alma menesterosa, y llena de bien al alma hambrienta” (Salmo 107:9).
El estudiante diligente de Ciencia CristianaChristian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. obtiene vislumbres de la bondadosa presencia de Dios a medida que persiste en su estudio y aplicación de esta Ciencia. Encuentra tan inspiradoras estas vislumbres de la realidad, que lo impulsan a avanzar hacia una altura espiritual más elevada y así poder retener con más firmeza un claro sentido de su verdadera identidad espiritual la cual vive en el todo del Amor.
El estudio de la Biblia y de las obras de Mary Baker Eddy le revelan que aquello que parece ocultar su unidad con el Padre-Madre infinito, es un concepto limitado y material acerca del hombre y del universo, inducido por siglos de educación equivocada. Esto es lo que el profeta Isaías definió como “la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones” (25:7).
Uno debiera, por lo tanto, instruirse para mirar a través y más allá de lo aparente hacia lo real. El estudiante tiene que aprender a fijar su mirada mental en la realidad de la presencia del Amor divino que todo lo incluye, y reclamar y percibir su intacta unidad con esta presencia. Mrs. Eddy escribe: “Progresa más en la Ciencia divina el que medita más en la substancia e inteligencia espiritual e infinita” (Miscellaneous Writings — Escritos Misceláneos, pág. 309).
A medida que aprendemos a vivir conscientemente con los hechos espirituales, el espejismo mental y mortal de la existencia material se vuelve menos mesmérico, menos atrayente, menos insistente en sus exigencias. Nos damos cuenta de que va mejorando cada aspecto de nuestra vida humana. Nuestra salud es más estable, nuestro interés por la vida es más constante y las asperezas de nuestro carácter se suavizan. A nuestro prójimo le es más fácil convivir con nosotros. En otras palabras, el estudiante va abandonando progresivamente la creencia en una mente personal separada de Dios, va aprendiendo a reconocer que el Amor, la única Mente, es el Principio divino de su ser. Y en la medida en que humildemente se rinda a esta verdad, reflejará más a Dios en cada detalle de su vida.
Si el estudiante está luchando con alguna forma de enfermedad, tiene a su alcance inmediato este remedio supremo. Su estudio de Ciencia Cristiana le ha enseñado que todas las condiciones materiales, incluyendo la enfermedad, son ilusiones hipnóticas. Sabe que puede elevarse mentalmente y negar categóricamente la enfermedad y sus síntomas y que entonces, por medio de la oración persistente y humilde, puede trabajar para obtener una clara percepción de que la vida del hombre está en la Mente bondadosa. Puede reclamar esta Mente gozosa y armoniosa como el “Yo” mismo de su ser — todo lo que siente, hace y sabe — ese bien divino e infinito que ni por un momento puede ser invadido por discordancias de ninguna índole. La aceptación inspirada de estas verdades actúa como un alterativo en la consciencia humana destruyendo el cuadro mental de la enfermedad y sus efectos en el cuerpo.
Cristo Jesús sabía que debido a que moraba en la omnipresencia del Amor inteligente, reflejaba la omnisciencia y omnipotencia de este Amor. Esta comprensión fue la base de su obra sanadora sin igual. En una ocasión dijo a Felipe: “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Juan 14:10). La convicción absoluta del Maestro de que la verdadera individualidad de todos los hombres está a salvo y segura dentro del todo del Amor divino, lo capacitó para sanar instantáneamente la ceguera, sordera, lepra, parálisis y resucitar a los muertos. Y prometió que aquellos que creyeran en él — que comprendieran la Ciencia que apoyaba sus obras poderosas — harían las obras que él hizo, y obras aún mayores.
Esta percepción sanadora de la presencia del Amor divino que todo lo abarca, se nos hace cada vez más real a medida que silenciosamente la reconocemos en los detalles de nuestra vida diaria, a medida que reconocemos que el todo de Dios nos rodea en medio mismo de la rutina de los deberes cotidianos o de exigencias desafiantes. Uno puede vivir conscientemente en medio del Amor, ya sea que esté en una reunión de negocios, viajando en un autobús, caminando por la calle o lavando platos. La bondadosa Mente única está siempre aquí y en todas partes, y el reconocimiento devoto y humilde de esta verdad le trae armonía a cada faceta de nuestra vida.
Mrs. Eddy escribe: “ ‘En Él vivimos, y nos movemos, y tenemos nuestro ser;’ por consiguiente, le es imposible al hombre verdadero — quien es un ser espiritual e individual, creado en la eterna Ciencia del ser — estar consciente de nada que no sea el bien”. Y más adelante añade: “En la Ciencia no hay estado de ser caido; porque en ella no hay imagen invertida de Dios, no hay medio de escapar de la radiación focal del infinito” (No y si, pág. 17).
Si, ¡ a Dios gracias que “no hay medio de escapar de la radiación focal del infinito”! A través de toda la eternidad el hombre está escondido “con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3) rodeado por el Amor. Está apoyado y sostenido por la Mente que lo concibe, y es nuestro deber sagrado y gozoso percibir progresivamente este hecho y demostrarlo.