Por medio del estudio de la Ciencia Cristiana he tenido muchas demostraciones del poder sanador de Dios y de la maravillosa operación de Su ley eterna de justicia.
En una oportunidad, en una propiedad vecina donde estaba instalada una industria, habían colocado en la pared medianera que daba a mi dormitorio un aparato que funcionaba desde las once de la noche hasta las cinco de la mañana. El ruido producido era muy molesto y me había afectado de tal modo que al retirarme a dormir en vez de descansar pasaba una noche sumamente nerviosa.
Todos los pasos humanos y legales que se dieron para eliminar ese aparato o silenciar su funcionamiento fueron infructuosos. Tropecé con muy mala voluntad de parte de los responsables, quienes demostraron un evidente menosprecio por el derecho de los demás. Por consiguiente, aparte de las molestias que estaba sufriendo, me sentía con un sentimiento de impotencia y de rencor contra esa injusticia. Esto agravó el problema y afectó mi salud.
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