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Ayuda para el adicto al vicio

Del número de abril de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Ciencia Cristiana Christian Science: Pronunciado Crischan Sáiens. puede hacer saltar la trampa de la complacencia sensual. Esta Ciencia enseña la manera de escapar de toda clase de vicios, ya sea el vicio de la heroína, del tabaco, del alcohol, de la cafeína, de la masturbación, o de la gula.

Esta Ciencia no nos dice: "¡Suspendan esta necedad y enmiéndense!" para luego dejar las cosas así. Con gentileza y compasión nos muestra un mejor camino, una satisfacción mucho más profunda que va llenando el vacío aparente que van dejando los falsos placeres al retroceder.

La experiencia pronto nos enseña que, sin ayuda, la mente humana no puede silenciar la persistente incitación del deseo sensual. Así que después de repetidos fracasos sufridos, al tratar de obtener dominio, quizás estemos más dispuestos a mirar más allá de nosotros mismos hacia la apacible omnipotencia del Amor divino para así encontrar el ánimo moral que tan desesperadamente necesitamos. Mary Baker Eddy nos dice: "El pecador no tiene refugio alguno contra el pecado, a no ser en Dios, que es su salvación. Sin embargo, tenemos que comprender la presencia, el poder y el amor de Dios para ser salvados del pecado. Esta comprensión le quita al hombre su afición por el pecado y el placer que encuentra en ello y, por último, disipa el dolor que proviene del mismo" (La Unidad del Bien, pág. 2).

A la persona que se encuentra intrincada en las dificultades de algún vicio puede ser que le parezca que Dios está muy lejos, y que todo pensamiento de Él no tiene ninguna aplicación al problema que enfrenta. Pero la Ciencia Cristiana viene al rescate revelando la verdad científica de que la vida del hombre verdadero está en Dios. Nos enseña que Dios es infinito, la Mente siempre presente, el Ego, o la consciencia, de todos los hombres del mundo. Aprendemos que el hombre no es un animal material motivado sensualmente, sino una idea espiritual que refleja la pureza, la integridad y la satisfacción de la Mente que concibe y sostiene al hombre dentro de su existencia infinita.

Estas no son teorías abstractas sino hechos demostrables que pueden usarse. Por mucho tiempo que haya persistido el hábito o apetito, se lo puede oponer y silenciar con buen éxito, si elevamos el pensamiento y sabemos y afirmamos que nuestra vida presente se encuentra en Dios — que es el Alma, o Espíritu, verdadero del hombre. Pablo explica este punto claramente: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gálatas 5:16).

Para andar en el Espíritu con buen éxito, necesitamos edificar nuestras defensas espirituales con sabiduría por medio de extensos períodos de estudio y oración, de manera que estemos fuertes y firmes en la hora de la tentación. Así resaltarán más y expresaremos mejor las cualidades divinas que constituyen nuestra individualidad verdadera. Entonces éstas ocuparán la vanguardia de nuestro pensamiento, y la bondad innata de estas cualidades nos facultará para hacerle frente al enemigo y destruirlo. Mrs. Eddy escribe en Miscellaneous Writings (Escritos Misceláneos, pág. 10): "Los buenos no pueden perder a su Dios, su socorro en las angustias". Más adelante ella añade: "La mejor lección de su vida la obtienen batiéndose con la tentación, con el temor y con las embestidas del mal, ya que habrán ensayado y probado así su fuerza".

A veces la tentación de ceder a las exigencias de un vicio de larga duración o de un deseo sensual, puede ser que nos aturda como si recibiéramos un mazazo. Puede que parezcamos estar aturdidos y sin defensa durante este momento de intenso mesmerismo. Pero este es nuestro momento de prueba. Se nos arroja el guante y debemos luchar vigorosamente contra la falsa atracción. Para obtener nuestra libertad — para ganar la recompensa inapreciable de una más amplia visión espiritual y del poder que la acompaña — debemos luchar y triunfar.

Se nos exige esta prueba de nuestra sinceridad si es que vamos a echar fuera todas las facetas de la esclavitud sensual. Mrs. Eddy lo dice claramente en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: "Con este fin somos puestos bajo el peso de las circunstancias. La tentación nos incita a repetir la falta, y el pesar viene como resultado de lo que se ha hecho. Así será siempre, hasta que aprendamos que no hay descuento en la ley de la justicia, y que tenemos que pagar hasta 'el último maravedí'" (pág. 5).

Si lo único que tuviéramos para avudarnos fuera la influencia incierta de la voluntad humana, estaríamos muy mal parados. Pero como hemos mencionado ya en este artículo, la presencia omnipotente de Dios, está siempre a mano, y la verdad de que Él es todo, debe afirmarse y mantenerse hasta que la intensidad del deseo se disipe y desaparezca, entonces encontraremos nuestra paz y satisfacción en la quietud del conocimiento espiritual. Probamos de este modo que el ataque de la tentación es sólo una ilusión hipnótica. Al resistírsela con la verdad acerca de Dios y del hombre, desaparece en la nada.

La Epístola a los Hebreos dice que Cristo Jesús no era "un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado" (Hebreos 4:15). El Maestro se mantuvo libre y satisfecho al mantenerse en constante comunión con Dios. Vivió conscientemente en el reino de los cielos — el reconocimiento jubiloso de que su vida estaba en la Mente — y así ninguna influencia maligna pudo atraerlo. Él dijo: "viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí" (Juan 14:30). El mismo poder purificador y protector que hizo que Jesús no sucumbiera a la tentación está con nosotros ahora mismo. En realidad, Dios es el Ego, o Mente, que nos da nuestro ser y nos mantiene eternamente en el todo de Su perfección y Amor. Estas importantes verdades espirituales pueden destruir todo vicio y liberarnos.

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