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Ya encontré el reino de los cielos

Del número de abril de 1973 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


I

Perdido en lontananza y en la selva del error
cual cansado y fatigado peregrino,
buscando con ahinco y con tesón,
he llegado a la fuente de agua viva: "El Amor".

II

Qué contrastes, qué altibajos me sombrearon el camino,
cuántas dudas y pesares, cuántas lágrimas hallé,
sin embargo todo pasa, todo llega, a su debido tiempo
cuando el Alma, el Espíritu que es Dios, dice: ¡Basta!

III

Clarinada esplendorosa ha llegado a tu vida,
los dolores, los pesares y las dudas, ya no existen,
son sólo sombras ilusionadas de esa vida material que ya pasó.

IV

¡Cómo alumbra en esa fuente cristalina!, todo es bello,
es tranquilo, es armonioso y lleno de paz, y lleno de amor,
todo fluye encantadoramente, sin recelos, ni medida,
es el Cristo, la Verdad inmaculada y deslumbrante
que ha existido siempre en todos los hombres, hijos de Dios, Verdad.

V

Todo el alimento de esa fuente divinizada
es el pan espiritual que sólo Dios lo da,
con Su gracia omnipotente, y sabiduría omnipresente,
con Su misericordia infinita y divinal,
alimenta cada día y para siempre, eternamente,
a Sus hijos, sin reservas, ni privilegios, a todos por igual.

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