de Valdivia, Chile, ganaron en septiembre la medalla de oro en el Campeonato Mundial de Remo de Sevilla 2002. En la categoría de dos sin timonel peso ligero batieron su propio récord del mundo con un tiempo de 6 minutos, 29 segundos y 97 centésimos, en 2000 metros. Cuando el diario El Mercurio de Chile entrevistó a Christian Yantani, comentó que lo había ayudado “la fe en Dios, que siempre está ahi. Nunca hay que perder la fe”, dijo. El Heraldo entrevistó a Christian y estos son algunos de sus comentarios.
En la entrevista con El Mercurio dijiste que esta vez cambiaste la táctica, que saliste “al tope desde el principio”, en lugar de cuidarte y darle con todo en los últimos metros.
El remo no es sólo subirse al bote y ponerse a mover los músculos. Hay toda una cuestión de estilo, de estrategia, de cómo sobrellevar una competencia que es muy exigente. En una regata como la del Mundial, tienes que tener una estrategia muy bien pensada porque todos los equipos planifican muy bien su competencia. En nuestro caso, la táctica que efectuamos fue un poco más atrevida. Teníamos las condiciones, teníamos el potencial, habíamos trabajado mucho. Tenemos un don que nos ha regalado Dios y que lo sacamos a relucir, lo aprovechamos al máximo. Como en todos los deportes, hay todo un estudio tecnológico, hay mucho de medicina deportiva, pero nosotros sabíamos que hay algo más; que nuestras facultades y dones son más importantes que todo eso. Nuestra estrategia es un reflejo de nuestra forma de pensar. Salimos “a full” porque sabíamos que teníamos la capacidad, que podíamos aguantar un ritmo fuerte. Y eso nos dio el triunfo. Nos la jugamos.
Y esta estrategia estaba basada un poco en lo que tú pensabas de cómo tus competidores iban a actuar.
Claro. También era un doble riesgo porque hay equipos que tienen muchos años de experiencia como el equipo italiano que tiene una tradición de campeones mundiales de años, o los irlandeses y Gran Bretaña que eran favoritos. Son equipos de los cuales desconoces su estrategia.
¿No te parece que con tu estrategia los tomaste un poco de sorpresa?
Claro. Salimos “a full”. En los primeros 200 m llevábamos unos 2 ó 3 segundos de diferencia, que es mucha distancia. Pero para salir fuerte uno tiene que haber mejorado de tal modo que sea capaz de salir rápido y que, a la vez, el bote se desplace en forma óptima, que “camine”. Esto es una cuestión de optimización de la remada, no solamente de puro músculo. Porque si aplicas solamente fuerza, el bote se te va a hundir mucho, y esto hace que se frene. Entonces, hay una forma de remar fuerte, pero a la vez delicada. Nosotros decimos que en cada remada tienes que ser tan delicado como una bailarina de ballet y tan fuerte como un levantador de pesas.
Cuando te entrenas, ¿qué factores tienes en cuenta?
El factor más crítico es la concentración. Desde que te subes a la embarcación hasta que te bajas son unas dos horas de concentración máxima. El río Valdivia, donde me entreno, es como una pista abierta donde tenemos unos 30 Km para ir y volver. Hay que concentrarse en el empuje de la embarcación con una delicadeza tal que implica hacer el máximo de esfuerzo posible sin que la embarcación y tu compañero lo noten. Cualquier movimiento brusco incide negativamente en el bote o en tu compañero. En el bote tenemos un remo cada uno y trabajamos cada uno una banda, la de babor o la de estribor. Si yo hago un movimiento incorrecto estoy incidiendo en la banda de mi compañero, haciendo inclinar el bote a su lado o al mío. Hay toda una cuestión de disciplina, y hay que estar muy atento a todo lo que ocurre. Todo tiene que salir con “gracia”.
Debe ser una cuestión de lograr una armonía de movimientos y un diálogo de movimientos sin palabras con tu compañero.
Exactamente. Hay toda una compatibilidad sicológica que no es otra cosa que armonía. Se logra un lenguaje sin palabras donde se llega a un estado tan elevado de compatibilidad, donde se siente que la labor es un todo armónico.
En tu entrevista con El Mercurio hablas de la tranquilidad para mantenerte adelante “con una buena remada y un buen ritmo y dominar la regata desde el principio al final”. Háblanos de esta actitud mental de tranquilidad.
Bueno, como simpatizante y lector de las obras de la Christian Science hay cosas que han quedado muy dentro de mí. Una, es que todo lo que hago, todo lo que me rodea, no es más que un reflejo de mi forma de pensar, de cómo soy en mi interior. Así como pensamos, así es nuestro entorno. En una final mundial hay mucha presión, hay mucho dinero invertido, gente con muchos años de trabajo. Entonces uno no es inmune a esa presión y lo pone a uno a prueba, y ante todo eso lo único que le queda a uno son dos cosas: estar tranquilo y tener fe. En este ambiente se pone a prueba tu fidelidad contigo mismo, con tu ser superior, con todo lo que has luchado por tanto tiempo. En esos momentos, sientes que en un par de minutos va a concluir el trabajo de años. Es ahí donde hay que mantenerse muy sereno y optimista, con la mentalidad muy elevada. Hay que tener fe en uno mismo pues por algo Dios lo puso ahí, y ésa es la última prueba de fe. En nuestro caso fue un premio a nuestro esfuerzo, a la perseverancia, a tener fe.
Veo que Dios tiene un papel preponderante en tu vida.
Sí, en algún lado leí que el hombre no es un esclavo de Dios sino que es un representante de Dios; un fiel reflejo de Él. Reflejamos Sus cualidades.
Para mí, la práctica de remo es en cierta forma una excusa para mostrar que cuando uno quiere, puede. Cuando uno es capaz de plantearse un desafío, por difícil que parezca, si se pone a Dios delante puede llevarlo a cabo. En este caso del remo, es conquistar esas capacidades que están latentes en uno.
Para mi compañero Miguel Ángel y para mí esto que hacemos es más que un deporte, es una forma de vida. Aquí en Latinoamérica, donde la vida es tal vez un poco más dura, siempre hay que tener esa cuota de optimismo y saber que se pueden lograr las cosas si nos las proponemos.
Y en tu caso, tu apoyo en Dios ha reforzado tu fe y te ha dado entusiasmo, tranquilidad y las cualidades mentales que necesitas para poder hacer frente a estos desafíos.
Sin duda. De hecho para mí todo esto es una prueba de fe. Es como que uno va creciendo cada vez más y la exigencia aumenta. Por ejemplo, la exigencia que tenía Moisés era cada vez mayor porque su fe aumentaba. Asimismo, cuando vamos creciendo nuestra fe es mayor y las pruebas son mayores. Y lo maravilloso es que hay como un Ordenador universal que hace que las exigencias que aparecen en el camino estén preparadas justo para uno. Nunca se nos exige más de lo que podemos dar. Dios, de un modo u otro nos llama para que mejoremos y nos da según lo que necesitamos. Las pruebas que tenemos que sortear van en proporción a nuestro crecimiento. Y uno se siente tranquilo sabiendo que Él nunca nos va a abandonar.