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Verdaderos regalos de Navidad

Del número de diciembre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde niño empecé a pensar que toda alegría era sólo el anuncio de que a continuación se presentaría alguna dificultad. Con el tiempo, terminé por convencerme de que estaba predestinado a sufrir, así que las frustraciones se sucedían unas tras otras en todo lo que emprendía, ya fuesen negocios o estudios. Ese sentimiento me fue convirtiendo en un suicida potencial. Buscaba todo tipo de peligro que me condujera a la muerte. En una ocasión le comenté esto a un amigo y él me dijo con mucha seguridad: “Nadie está predestinado a sufrir. Si leyeras lo que yo leo te sentirías mejor”. Me regaló el libro Ciencia y Salud, y al poco tiempo de leerlo me curé de una enfermedad que me causaba mucho miedo, pero no lograba superar lo que más daño me hacía, que era no sentirme merecedor de ser feliz. Como a los tres años de estudiar la Christian Science, leí un pasaje que me impactó mucho: “Él [Dios] ama a aquellos a quienes la Ciencia divina quita las flaquezas humanas mediante el poder divino, y revelan al Mesías, cuyo nombre es Maravilloso” (La unidad del bien, pág. 39). Continué estudiando las obras de Mary Baker Eddy y esto me llevó a la convicción de que el sufrimiento no es parte real del hombre, porque él es espiritual. Supe que la alegría era tan natural en mí como la vida misma, y que nada podía amenazarla o disminuirla. Desde que comprendí eso, he podido disfrutar de todo lo que es motivo de alegría, incluyendo la Navidad, que antes era una ocasión de tristeza. Ahora disfruto mucho de estas festividades, y junto con mi familia agradecemos a Dios por haber traído curación a mi vida.


Cuando estaba estudiando en Nueva York, tuve una experiencia que cambió mi vida. Sucedió que una persona conocida me invitó a traducir los testimonios de las reuniones que se realizaban en su iglesia, porque había un grupo de personas que asistía a la misma y no entendía lo que se decía en inglés. Yo desconocía completamente la Christian Science, pero cuando comencé a hacer las traducciones me impactó muchísimo lo que esa gente contaba, cómo se habían sanado y cómo habían podido resolver problemas de relaciones. Yo me sentía muy sola porque toda mi familia estaba en Puerto Rico, y al escuchar a esas personas hablar de la relación tan directa entre Dios y el hombre, fui estudiando y aplicando esos principios en mi vida. Pronto comencé a notar cambios sorprendentes en mi trabajo y en mis relaciones. Hasta que finalmente ese sentido de soledad desapareció y comencé a sentirme muy gozosa y agradecida por el crecimiento espiritual que había obtenido. Cuando completé mis estudios en Estados Unidos regresé a Puerto Rico y empecé a traducir los testimonios de los miércoles en nuestra iglesia filial para la gente de habla inglesa que asistía. Con el tiempo mi familia también empezó a estudiar esta Ciencia.

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