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Una experiencia para toda la vida

Del número de diciembre de 2002 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Estamos acostumbrados a pensar que la Navidad es una conmemoración, un día para recordar el nacimiento de Jesús. No obstante, para quienes vivieron personalmente los sucesos de la primera Navidad, ese día fue mucho más que una festividad, mucho más que un momento para intercambiar regalos. Fue una profunda experiencia en sus vidas.

Las narraciones de los Evangelios acerca del nacimiento de Jesús incluyen detalles que nos ofrecen una vislumbre de lo que esa experiencia representó individualmente para cada uno de los que participaron en la Natividad. Por ejemplo, meses antes del nacimiento, María tuvo que superar la duda y el temor cuando descubrió que estaba esperando un bebé engendrado por el Espíritu Santo. José, por su lado, siendo una persona de mucha integridad, puede que haya luchado con el orgullo y el prejuicio. Pero entonces escuchó el mensaje del ángel que le dijo que aceptara a María y al niño que habría de nacer. Fortalecidos con los mensajes angelicales, estas dos personas crecieron espiritualmente y se prepararon para la primera Navidad.

Cuando la pareja no encontró un lugar en la posada en Belén se vieron obligados a enfrentar el nacimiento de su primer hijo en un establo. Para hacerlo tuvieron que confiar mucho en Dios y tener una convicción espiritual sobre la misión divina que les habían encomendado. Para ellos, la ocasión debe de haber sido una revelación divina, una victoria espiritual en directa comunicación con Dios.

Para los pastores, humildes participantes de ese suceso, la experiencia de escuchar el mensaje angelical y de estar conscientes de la llegada del Mesías, fue seguramente profundamente conmovedora. El simple hecho de haber percibido a los ángeles y creído en ellos demuestra que estaban alertas, listos para recibir la revelación. Esa actitud mental les dio el privilegio de ver el cumplimiento de la profecía. Después de esto, la memoria del acontecimiento probablemente los haya acompañado el resto de sus vidas promoviendo su progreso espiritual.

¿Qué se puede decir de los Reyes Magos? Ellos se habían estado preparando para la venida del Mesías, leyendo profecías y observando las estrellas. Vieron cuando apareció en el cielo la estrella del Salvador, y cuando vinieron a Jerusalén, comenzaron a pedir indicaciones para poder encontrarlo, lo que llamó la atención del Rey Herodes. Cuando nuevamente vieron la estrella, la Biblia nos dice que “se regocijaron con muy grande gozo”. Mateo 2:10. Ciertamente la experiencia de haber encontrado al niño Jesús debe de haberlos elevado espiritualmente. Cuando recibieron el aviso divino de no regresar a Herodes, ellos escucharon el mensaje y obedecieron. Aunque la Biblia no cuenta nada más de los Reyes Magos, no podemos poner en duda que una experiencia tan enriquecedora como la que tuvieron en esa primera Navidad, permaneció en su memoria e influyó en sus vidas.

¿Será posible que aún hoy, 2.000 años después, nosotros podamos hacer que la Navidad sea una experiencia de vida tan profunda y bendita como la que vivieron aquellos personajes de la Biblia? ¿Será posible que podamos recibir, como ellos, la bendición de la revelación espiritual tan fundamental para la misión de Cristo Jesús? Por cierto que sí.

Hace unos años, faltaban pocas semanas para Navidad y en nuestra familia el clima de compras, preparativos, decoraciones y apuros ya había comenzado. Las propagandas a nuestro alrededor andaban a toda marcha, mostrándonos todos los objetos de los que de ninguna forma podríamos carecer durante la Navidad. Mi hijo menor, durante días, había estado diciéndonos todo lo que quería para Navidad, y exigiéndonos que le prometiéramos que recibiría cada una de las cosas que pedía. Esto creaba mucha tensión, puesto que no parecía que pudiéramos cumplir con todas sus expectativas.

Entonces una mañana, este niño, que en aquella época estaba en preescolar, se despertó con el cuerpo lleno de manchas rojas. Me enteré de que habían aparecido muchos casos de varicela en las escuelas de la ciudad. Llamé a un practicista de la Christian Science y le pedí que orara con nosotros. Yo sabía que no había ley de Dios que nos obligara a someternos a una epidemia o enfermedad. Por el contrario, Jesús había demostrado mediante sus obras que la ley de Dios es una fuerza poderosa a favor de la salud y el bienestar. Asimismo, nosotros habíamos tenido varias curaciones en nuestra familia mediante la aplicación de las enseñanzas de Jesús como las explica la Christian Science. De modo que era natural para nosotros recurrir a la oración en esa ocasión.

El practicista nos pidió a mi esposo y a mí que leyéramos el v artículo titulado “Contagio” del libro Escritos Misceláneos por Mary Baker Eddy. Un pasaje del mismo nos llamó mucho la atención: “Dejándonos llevar por la corriente popular del pensamiento mortal sin poner en duda la autenticidad de sus conclusiones, hacemos lo que otros hacen, creemos lo que otros creen, y decimos lo que otros dicen. El consentimiento común es contagioso, y hace contagiosa la enfermedad”.Esc. Mis., pág. 228.

Al leer ese pasaje me di cuenta de que este contagio mental de ansiedad por las cosas materiales tenía que sanar. Decidí comprender mejor para mí misma, el verdadero significado de la Navidad, el progreso espiritual que ese hecho había dado a la gente de aquella época y, después, a la humanidad en general. Percibí que el crecimiento espiritual era lo que realmente tenía que ser parte de las festividades. Y era la única verdadera expectativa legítima para la Navidad.

En este caso en particular, el crecimiento espiritual significaba sentir que las palabras de Cristo Jesús que se encuentran en el Nuevo Testamento sobre no sentirse ansioso o temeroso por el cuerpo, eran verdad. Jesús les dijo a sus seguidores: “Y por el vestido, ¿por qué os afináis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?” Mateo 6:28– 30. Superar la ansiedad de ese modo, reemplazándola con la confianza en la omnipresencia del Bien infinito, Dios, fue para mí, la mejor conmemoración de la Navidad.

Traduje todo esto en palabras que fueran comprensibles para un niño de cinco años y hablé con mi hijo. Lo ayudé a ver que Dios ya nos había dado muchas cosas buenas y continuaría dándole todo el bien que necesitara, en forma de felicidad, paz, salud, amistad y mucho más. Ni nosotros como sus padres, ni él, necesitábamos preocuparnos por las compras y los juguetes, comparándonos con otros niños, y con lo que la televisión nos estaba diciendo sobre las fiestas.

Esa noche nuestro hijo durmió bien, y al día siguiente no tenía ni el menor rastro de la enfermedad. Fue a la escuela y participó en las actividades normales de fin de año.

Cada vez que comprendemos algo sobre las enseñanzas de Cristo Jesús, y las ponemos en práctica, sentimos en nuestra vida lo valioso que es para la humanidad el nacimiento de aquel niño en la primera Navidad. Contemplamos el nacimiento de una nueva idea espiritual, de una comprensión más elevada, que trae paz y curación. Participamos en cierto sentido de la misma experiencia que los pastores, los Reyes Magos, José y María. Aprendemos algo profundo, como ellos. Y para que esto ocurra, no tenemos que esperar que llegue un día especial del año. Podemos tener esta experiencia todos los días.


Redactora de O Arauto da Christian Science en Brasil

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