Yo fui lo que se dice ‘nacida en la Christian Science’. Pero por supuesto uno no puede nacer Científico Cristiano, de la misma manera que no puede nacer violinista. Tuve grandes maestros en la Escuela Dominical, pertenecí a una iglesia filial maravillosa, y tuve la gran ventaja de poder ver la Christian Science en acción. Así que se puede decir que crecí dentro de ella, pero tenía que investigarla por mi cuenta”.
La primera vez que le pidieron que orara por alguien, ella era una adolescente. “Cuando estaba en la escuela secundaria superior, invité a una amiga a que fuera conmigo a la Escuela Dominical, y así lo hizo. Le encantó. Un día ella me dijo que le dolía muchísimo el abdomen, y no quería que sus padres la llevaran al médico. Entonces me pidió que orara con ella. Todas las tardes después de la escuela, hablábamos sobre la Christian Science. Ella tuvo una maravillosa curación, y sentimos una alegría increíble. Fue entonces cuando me di cuenta de que en algún punto del camino yo ya no guardaría la Christian Science para mí sola, sino que querría que todos supieran de ella. Era un gozo compartirla con los demás”.
Con el tiempo, otros amigos le pidieron ayuda y gradualmente su práctica creció. “Un día estaba parada en el pasillo de mi casa, y oré: ‘Padre, si esto es lo que Tú quieres que haga, simplemente dímelo’. De inmediato sonó el teléfono. Pensé: ‘Bueno, no tan rápido. Sólo Te quise decir que estaba dispuesta’. La gente empezó a llamarme porque sabía que yo amaba esta Ciencia, y porque recurría a ella y confiaba en Dios.
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