Cuando uno viaja a 10.000 metros de altura sobre la superficie de la tierra, ve el mundo de manera diferente. Los muros y los límites geográficos desaparecen, los husos horarios se comprimen, las nubes tormentosas se transforman en una mullida alfombra blanca, y los conflictos mundiales parecen disolverse en la curvatura del planeta. Pero honestamente, nunca pensé que vería mi Iglesia diferente desde esa altura. No obstante, eso fue precisamente lo que ocurrió la tarde del 2 de junio.
Acababa de asistir a la primera mitad de la Asamblea Anual 2003 y Simposio en La Iglesia Madre en Boston, y estaba volando a través del Atlántico para participar, al día siguiente, en la última reunión del simposio de tres días en Berlín. Y en algún lugar a lo largo de ese vuelo nocturno, comencé a sentir con más intensidad que nunca, con qué urgencia nuestro mundo necesita el ministerio sanador que imparte el descubrimiento que realizó Mary Baker Eddy y que definió su época; me estoy refiriendo a la Christian Science. También me di cuenta de lo bien equipada que está la Iglesia global que ella fundó “para así reflejar, en cierto grado, la Iglesia Universal y Triunfante”, o sea, La Iglesia de Cristo, Científico, para responder a esa necesidad. Manual de la Iglesia, pág.19.
Como demuestra la cobertura de este Heraldo, difícilmente algún participante haya salido de la Asamblea Anual 2003 y Simposio sin una visión del carácter universal de la Christian Science y de La Iglesia de Cristo, Científico. La reunión se extendió no tan solo a dos ciudades — Boston y Berlín — sino a toda la tierra a través de Internet. Y tuve el privilegio especial de vivir personalmente ese alcance mundial al sentarme entre el público a ambos lados del océano.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!