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A mí no me engañas

Del número de enero de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando yo era pequeña vivía en Boston, y mi mamá acostumbraba a llevarme a mí y a mis amigas a ver las flores de vidrio que hay en el Museo de Historia Natural de Harvard. Hay más de 4.000. Fueron hechas hace mucho tiempo en Dresden, Alemania, por un padre y su hijo, Leopold y Rudolph Blaschka. Les tomó 50 años hacerlas todas. ¿Te imaginas?

Estas flores de vidrio son increíbles. Cada una de ellas es diferente. Hay margaritas amarillas con un disco central negro. Helechos de un verde grisáceo. Rosas de todos los colores. Y parecen TAN REALES que uno se las imagina movidas por la brisa.

Es gracioso porque a veces la gente se olvida de que estas flores no son de verdad. El invierno pasado, una señora empezó a estornudar cuando se acercó a una de ellas. Decía que ese tipo de flor siempre la hacía estornudar. Imagínate cómo se sintió cuando alguien le recordó que esa flor estaba hecha de vidrio. ¡Ella había sido engañada al creer que era de verdad!1

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