“¡Vamos!”, gritó Moisés. “¡Tenemos que seguir adelante!”
La larga hilera de gente y de animales avanzaba lentamente sobre la arena caliente del desierto. Todos seguían a Moisés, el hombre que los había salvado de la esclavitud en Egipto y los guiaba a la Tierra Prometida.
“Oinc-oinc”, rebuznaban los burros, cargados con las pertenencias de la gente.
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