La Ciencia Cristiana está basada en la vida y obra de Cristo Jesús, y nos enseña que Dios, el Amor divino, provee a Sus hijos de todo lo que necesitan a diario. Al mismo tiempo, la creencia en una naturaleza humana y material que carece de lo que necesita, es lo que provoca más temor y preocupación en los seres humanos. La creencia en la escasez es el resultado de ignorar la presencia ininterrumpida del bien que es para todos, en todas partes.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, describe este hecho acerca de la abundancia divina en su obra principal, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (pág. 494).
Ella define a Dios como Principio, lo que significa que Dios es supremo, consecuente, demostrable y universal. Al conocer, afirmar y demostrar estas cualidades del Principio, sabemos que no tenemos que conformarnos con las creencias en la escasez: escasez de salud, relaciones, recursos, habilidades, etc.
Por ejemplo, el temor al desempleo proviene de la creencia de que nuestra actividad de trabajo tiene que estar regida por reglas materiales de oferta y demanda, que están fuera del control de Dios, y que el hombre está sujeto a un fenómeno económico sobre el cual Dios no tiene influencia. Mary Baker Eddy explica esto muy claramente: “Es nuestra ignorancia de Dios, el Principio divino, lo que produce la aparente discordancia, y el entendimiento correcto de Él restaura la armonía” (Ciencia y Salud, pág. 390). La Ciencia Cristiana corrige, entonces, este error de creencia y sostiene que el hombre es la manifestación de la actividad divina, una manifestación que es inmediata, perfecta, útil, lógica e ininterrumpida.
Una experiencia me demostró cómo el continuo amor de Dios por todos Sus hijos, anula la creencia en el desempleo.
Un amigo, que hacía varios meses que estaba desempleado, me pidió que orara por su situación. Unos meses antes, este amigo, originario de Portugal, no sabía nada acerca de la Ciencia Cristiana o de la ayuda práctica que puede brindar. Yo de inmediato estuve de acuerdo en ayudarlo.
El hombre es la manifestación de la actividad divina, una manifestación que es inmediata, perfecta, útil, lógica e ininterrumpida.
Primero me dijo que se sentía muy inseguro respecto a su situación, y cuando escuché esto, le di la traducción al portugués de Ciencia y Salud. Aceptó el libro agradecido, y yo aproveché la oportunidad para hablar con él acerca del amor imparcial de Dios por todos nosotros. Le aseguré que estaba abrazado en la benevolencia de Su Padre-Madre Dios, quien se estaba expresando a Sí Mismo en él, y que era legítimo y natural que mi amigo viera esta verdad manifestada en su vida, ahora mismo. Lo alenté a que siguiera confiando y no se sintiera perturbado por su situación. También lo invité a leer regularmente unas páginas del capítulo de “Los frutos” en su nuevo ejemplar de Ciencia y Salud, lo que hizo, sin falta, todos los días.
En lo que a mí atañe, vi muy claramente que necesitaba reconocer la continuidad del bien, Dios, y regocijarme por ello a cada instante. Fue obvio en esa situación que era necesario comprender y aceptar eso, porque la falta de actividad parecía ocupar por completo el pensamiento de mi amigo. Sentí que era esencial no ceder a la sugestión de que la armonía, la actividad, la alegría y la expresión de las cualidades divinamente otorgadas, pudieran ser interrumpidas. La interrupción no es un hecho espiritual. Solo la continuidad del bien es real. En La unidad del bien por Mary Baker Eddy, leemos: “Jesús no tuvo necesidad ni de ciclos de tiempo ni de ciclos de pensamiento a fin de madurar la aptitud para llegar a la perfección y sus posibilidades. Él dijo que el reino de los cielos está aquí y está incluido en la Mente; que mientras vosotros decís: Hay todavía cuatro meses, y entonces viene la siega, yo digo: Mirad hacia arriba, no hacia abajo, porque vuestros campos ya están blancos para la siega; y juntad la mies por medios mentales y no materiales” (pág. 11–12).
Cuando mi amigo parecía desalentado, yo lo confortaba y le explicaba que necesitábamos estar en los negocios de nuestro Padre, expresando alegría, escuchando a Dios, y confiando en la presencia del bien. No debíamos tratar de imponer nuestra propia voluntad a Dios, sino que debíamos permitirle que nos mostrara Su obra. Entonces, mi amigo comenzó a dar, cada día, los pasos positivos para encontrar empleo, y limpiar su casa y ayudar a otros en lo que necesitaran.
A los dos meses, se presentó una muy decente oportunidad para mi amigo. Él estaba encantado. Estaba agradecido a Dios y me expresó su gratitud por el apoyo que le había dado. Sin embargo, en pocos días, recibió tres ofertas diferentes para trabajar ilegalmente, sin declarar. Yo tenía la curiosidad de ver cómo respondería mi amigo. Él necesitaba dinero, y yo me preguntaba si aceptaría esas ofertas, como negocio extra, mientras comenzaba su nuevo trabajo. Yo quería intervenir para decirle lo que pensaba respecto a esas ofertas ilegales, pero mientras oraba, me vino al pensamiento la idea de que debía reconocer la actividad del Cristo en la consciencia de mi amigo, y no interferir.
No debemos tratar de imponer nuestra propia voluntad a Dios, sino que debemos permitirle que nos muestre Su obra.
Pensé en las tentaciones que Jesús tuvo que enfrentar en el desierto (véase Mateo 4:1–11). El trabajo correcto de nuestro Maestro era saber que él era el Hijo de Dios, y expresar solo este estado en toda circunstancia. Sin embargo, le hicieron tres atractivas ofertas. Jesús las rechazó con su firme convicción de que el trabajo de Dios era completo y satisfactorio, y que él debía obedecer los mandatos de Dios. Yo necesitaba reconocer que la creencia en el desempleo había sido sanada en el caso de mi amigo, y que estas nuevas ofertas eran meramente tentaciones irreales que trataban de hacerlo dudar y creer en la insatisfacción. Sin embargo, por ser hijo de Dios, él ya poseía lo que era bueno y necesario para vivir.
Para mí, todo se había vuelto muy claro, y me sentí muy contento cuando mi amigo me dijo que había rechazado las ofertas ilegales, porque no quería traicionar a su nuevo empleador o correr el riesgo de perder su nuevo trabajo. Esto ocurrió hace más de un año, y mi amigo continúa trabajando en el mismo lugar, donde lo aprecian mucho. De hecho, hace poco le dieron un aumento y lo felicitaron por su buen trabajo.
Aprendí algunas cosas de esta maravillosa experiencia:
- Las ideas espirituales que se me revelan a mí, también son verdad para otros, y es por lo tanto natural regocijarse por la actividad del Cristo en la consciencia de todos, conforme a sus necesidades.
- Es importante reconocer e insistir en que la curación es completa y definitiva, y que no hay retroceso, porque en Dios, no hay antes y después, solo hay perfección inalterable. La oración eleva el pensamiento por encima de las limitaciones del tiempo humano, para que podamos ver el desenvolvimiento ininterrumpido del bien.
La actividad que es correcta e ininterrumpida es característica del reino de los cielos. Jesús dijo que este reino está dentro de nosotros, y con certeza y alegría podemos esperar manifestar, plenamente y sin demora, esta actividad divina.
Original en francés