¡Sí, tú tienes autoridad! ¿Cómo lo sé? Lo sé porque la autoridad de la que estoy hablando le pertenece a todos. No es una autoridad que tenga nada que ver con rangos o posiciones humanas, ni tampoco con el tiempo que una situación difícil pueda haber estado pretendiendo tener autoridad sobre ti. Es la autoridad para ser gobernado por el bien únicamente; y cada persona la tiene. Esta autoridad no puede ser usurpada por otra persona, por la burocracia o las circunstancias. No es una autoridad que una persona tiene sobre otras personas, sino una autoridad que tenemos sobre toda forma de mal. Esta autoridad es totalmente benevolente, y cuando la ejerces tiene el poder de eliminar el mal de tu experiencia y ayudar a otros a eliminarlo de la experiencia de ellos, incluso el poder para transformar el carácter, sanar enfermedades y resucitar muertos.
¿Qué es esta autoridad? Es la autoridad de la totalidad de Dios. Es la autoridad de Dios para ser El que es, el supremo y único gobernador de todo, que mantiene a Su reflejo espiritual, el hombre. Es la autoridad que Dios te ha dado porque eres Su reflejo; la autoridad de ser gobernado por Dios, el bien, únicamente, y por nada más. En realidad solo existe una autoridad, Dios. ¡Y todos pueden comprenderla y demostrarla!
La autoridad de Dios consiste en el hecho de que Él, el Espíritu infinito, llena todo el espacio, y no deja lugar para que exista nada desemejante a Él. El Espíritu es el único creador y la única presencia, poder, sustancia y ley reales. Por lo tanto el hombre —toda mujer, hombre y niño en su verdadera identidad e individualidad— es espiritual, creado a semejanza del Espíritu. De modo que tú tienes la autoridad de conocer quién eres, la semejanza de Dios; de ser quien eres; y de pensar y actuar en armonía con esta verdad sin interferencia alguna.
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