Empecé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a la edad de seis años. Hoy en día valoro inmensamente esos años en la Escuela Dominical porque si bien no recuerdo haber puesto en práctica en aquel entonces las verdades que aprendí de maravillosos maestros y compañeros, han sido el fundamento de lo que hoy vivo, practico y en lo que procuro basar mi pensamiento.
Durante la adolescencia me separé de la forma de pensar y de practicar la Ciencia Cristiana. Era una época en la que me sentía Superman, y decidí que tenía que vivir por mí mismo, usando mi propio criterio y manera de pensar. A veces sentía que daba miedo vivir.
Después de mucho tiempo y de haber tocado fondo, finalmente y con mucha humildad comencé a acercarme de nuevo a la Ciencia Cristiana. En un principio solamente asistiendo a los servicios religiosos de los domingos y a veces a las reuniones de los miércoles. Con el tiempo, le pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana para encausar mi pensamiento y ponerlo en armonía con lo que Dios sabe acerca de mí y de mi identidad real. Sentía que Dios me estaba aceptando de nuevo, cuando en realidad yo estaba despertando de un sueño porque jamás podemos estar apartados de Dios, y Él no lleva cuenta de nuestros “errores”.
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