Empecé a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a la edad de seis años. Hoy en día valoro inmensamente esos años en la Escuela Dominical porque si bien no recuerdo haber puesto en práctica en aquel entonces las verdades que aprendí de maravillosos maestros y compañeros, han sido el fundamento de lo que hoy vivo, practico y en lo que procuro basar mi pensamiento.
Durante la adolescencia me separé de la forma de pensar y de practicar la Ciencia Cristiana. Era una época en la que me sentía Superman, y decidí que tenía que vivir por mí mismo, usando mi propio criterio y manera de pensar. A veces sentía que daba miedo vivir.
Después de mucho tiempo y de haber tocado fondo, finalmente y con mucha humildad comencé a acercarme de nuevo a la Ciencia Cristiana. En un principio solamente asistiendo a los servicios religiosos de los domingos y a veces a las reuniones de los miércoles. Con el tiempo, le pedí ayuda a un practicista de la Ciencia Cristiana para encausar mi pensamiento y ponerlo en armonía con lo que Dios sabe acerca de mí y de mi identidad real. Sentía que Dios me estaba aceptando de nuevo, cuando en realidad yo estaba despertando de un sueño porque jamás podemos estar apartados de Dios, y Él no lleva cuenta de nuestros “errores”.
Con el tiempo me hice miembro de la filial de la Iglesia de Cristo, Científico, a la que asistía y empecé a colaborar en ella.
Uno de los grandes deseos que tenía era el de dejar de fumar. Aunque había orado al respecto no me había sido posible dejarlo. Sin embargo, como dice Mary Baker Eddy: “El deseo es oración; y ninguna pérdida puede ocurrir por confiar a Dios nuestros deseos” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 1). Esto fue precisamente lo que hice. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que tuve deseos de fumar, sin embargo, recuerdo con mucha gratitud el día en que este mensaje me vino claramente y con contundencia al pensamiento: “No voy a volver a fumar en mi vida”.
Esto ocurrió hace seis años, y desde ese día no he vuelto a tocar un cigarro. En otras palabras, no solo fui liberado de la creencia de fumar, sino que aprendí en qué consiste tener el dominio que Dios nos dio sobre todas las cosas: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra” (Génesis 1:26).
Otro paso importante en el estudio de la Ciencia Cristiana es la instrucción de clase Primaria en Ciencia Cristiana. Esta clase dura dos semanas y es impartida por maestros de la Ciencia Cristiana autorizados, en todo el mundo. Estos maestros han demostrado, mediante su práctica de esta Ciencia, que tienen el entendimiento de las leyes divinas que se requiere para poder guiar a los alumnos en su entendimiento espiritual.
Cuando escuchaba decir que esta clase era una bendición para quien la tomaba y para sus semejantes, yo solo pensaba que esto no era para mí, sino para los privilegiados de Dios que a través de muchos sacrificios y estudios eruditos hubieran alcanzado el entendimiento que les permitiría participar en esta clase. Yo simplemente sentía que no merecía tomarla y mucho menos que tuviera la comprensión como para poder si quiera aspirar a hacerlo.
Muchas cosas maravillosas han ocurrido desde que aprendí a dejar de ver las cosas desde el punto de vista material, y las empecé a ver espiritualmente, como la Mente única, Dios, las ve. Como resultado, finalmente este año tuve la oportunidad de tomar instrucción de clase Primaria en Ciencia Cristiana.
Esta clase ha sido una enorme bendición y ha cambiado radicalmente mi forma de pensar y ver las cosas, las situaciones, incluso a mi prójimo. Además, me demostró que no importa la historia material que podamos aparentemente cargar a cuestas, Dios no nos juzga desde un punto de vista material, sino que conoce nuestra identidad verdadera y pura. Él es también nuestro Legislador, y como tal hace leyes justas y equitativas que se aplican a toda Su creación. A veces es posible que pensemos que no somos parte de esa creación o que nos hemos separado de ella o de Dios, nuestro creador.
Como señala la Sra. Eddy: “El Amor divino siempre ha respondido y siempre responderá a toda necesidad humana” (Ciencia y Salud, pág. 494), incluso a la necesidad de que la mente humana ceda a la Mente divina, y sea imbuida de entendimiento espiritual.
Hace poco, después de orar para comprender la Verdad, un sinónimo de Dios, y de pensar en la declaración que da la Sra. Eddy de ella: “La Verdad es afirmativa, y confiere armonía” (Ciencia y Salud, pág. 418), me di cuenta del gran privilegio que es orar y declarar la verdad de Dios, que está siempre presente gobernándolo todo. De esta manera puedo acallar la mente mortal, o creencia material, quitarle el falso poder que nos hace creer que tiene, y armonizar el pensamiento con lo que es verdadero y duradero, en lugar de permitir que me arrulle más profundamente en el sueño Adán (véase Ciencia y Salud, 282).
Actualmente estoy leyendo una de las bibliografías de la Sra. Eddy lo que me ha permitido tomar consciencia del desarrollo espiritual que ella alcanzó, conforme seguía adelante con lo que Dios le había revelado y que ella amorosamente intentaba compartir con la humanidad.
Siento que tal vez hoy en día no nos demos cuenta de cuán importante fue la Sra. Eddy en la época en que descubrió y enseño la Ciencia Cristiana, y fundó una Iglesia sobre bases espirituales irrevocables e irrefutables, a pesar de toda la oposición que encontraba en el camino.
Todo esto me lleva a pensar que Dios es infinito y está gobernando la vida de todos nosotros, porque somos en realidad Sus queridos hijos.
Dios está guiando tu camino y el mío hacia la grandeza, con la excepción de que grandeza en este caso no significa gloria y reconocimiento, poder y posesiones, popularidad y aceptación, materiales. La Mente divina está guiándonos a todos hacia la comprensión de la gloria y la grandeza de Dios, hacia Su poder y el bien infinito que Le pertenece, que están al alcance de todas Sus ideas, sin restricción en su infinita disponibilidad. La Biblia hace esta declaración acerca de la Verdad: “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos”, y el mismo versículo termina con lo que considero una hermosa bendición: “Porque linaje suyo somos” (Hechos 17:28).
Sigo estudiando la Ciencia Cristiana y cada día me vuelvo a Dios sabiendo que Él me da la comprensión que necesito. He perdido el miedo a vivir, y cuando alguna sugestión parece querer entrar furtivamente en el pensamiento, sé que tengo el dominio para detenerla, denunciarla y revocarla con alguna verdad espiritual.
Todos estos discernimientos espirituales han sido el resultado de la vislumbre de la Verdad que he tenido en mi propia experiencia, y que me asegura que es Dios quien realmente me guía y me gobierna.
Original en español
