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Original Web

Deja que el Amor divino guíe tus conversaciones

Del número de julio de 2022 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

Apareció primero el 21 de febrero de 2022 como original para la Web.


Una vecina que no conocía me llamó y estaba extremadamente molesta. En un esfuerzo por servir a nuestra comunidad, yo había reunido a algunos vecinos para ayudar con una necesidad. Pero esta mujer me dijo que ella era generalmente la que organizaba cosas como esta, y que ya había comenzado a trabajar en un proyecto para ayudar a satisfacer dicha necesidad. No estaba contenta de que yo hubiera tomado esta iniciativa sin su conocimiento. Yo no estaba al tanto de su trabajo voluntario y su alcance, pero ella sentía que sus esfuerzos habían sido desperdiciados, y su lado de la conversación estaba lleno de suposiciones falsas, duras críticas y comentarios denigrantes.

Era difícil saber cómo responder. Pero en situaciones como esta, cuando una conversación se vuelve incómoda o acalorada, he aprendido a poner todo en manos de Dios, el Amor divino. He llegado a confiar en que la oración revelará lo que necesito saber sobre la armonía y la paz naturales que existen espiritualmente entre y dentro de nosotros.

Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Si la Verdad está venciendo el error en tu andar y conversación diarios, finalmente puedes decir: ‘He peleado la buena batalla... he guardado la fe’, porque eres un hombre mejor. Esto es tener nuestra parte en el a-una-miento con la Verdad y el Amor” (Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, pág. 21).

Esta fue una oportunidad para reconocer el poder de Dios, la Verdad divina, a fin de superar el error de la división, el dolor y el miedo. Orar con la comprensión de nuestra relación con Dios y de unos con otros como las hijas e hijos amados de Dios en lugar de esforzarnos por conectarnos humanamente con otra persona, nos permite demostrar nuestra conexión espiritual innata, que ya está presente. La oración nos sintoniza con Dios como el Amor divino, y con la dirección del Amor momento a momento. No siempre es necesario tomar un descanso para ir a otro lugar y cerrar los ojos para orar. Allí mismo en medio de una conversación, podemos escuchar a Dios para que guíe todas nuestras comunicaciones.

Oré para saber lo que el Amor me guiaría a decir.

La Verdad supera el error en nuestros pensamientos e interacciones cuando el pensamiento centrado en uno mismo es reemplazado por el amor desinteresado. De mi estudio de la Ciencia Cristiana he aprendido que el altruismo es en realidad natural para todos nosotros. Dios nos conoce a cada uno como Su hijo, Su reflejo, y la oración nos ayuda a ver lo que Dios ve. Dios no es egoísta, y nosotros, por ser Su imagen y semejanza (véase Génesis 1:26, 27) reflejamos Sus cualidades. Por lo tanto, estamos innatamente liberados del egoísmo. Cuando nuestros motivos son buenos —cuando estamos enfocados en cómo podemos dar en lugar de en lo que podemos obtener de una interacción— entonces nuestras comunicaciones son bendecidas.

La oración hace que nuestras conversaciones estén basadas en una conexión genuina con los demás, más bien que en temas superficiales u opiniones personales. Nuestra conexión con los demás está profundamente arraigada en nuestra unidad con el Amor divino, por lo que podemos elevarnos por encima de la tentación de conectarnos con los demás, por ejemplo, al quejarnos de algo o alguien. La Biblia dice: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).

Podemos aplicar esta declaración a cada interacción que tenemos y preguntarnos: “¿Cuál es nuestro motivo? ¿Esta conversación está destinada a conectarse genuinamente con las personas —para elevar el pensamiento y promover la curación— o para chismorrear, quejarse y menospreciarlos a ellos o a otros?”.

Cuando crecía, mi papá siempre nos recordaba a mis hermanos y a mí que no nos “habláramos con superioridad” el uno al otro, lo que significa no menospreciarnos ni denigrarnos con comentarios negativos, especialmente con el intento de hacernos ver mejor. Esta es una norma útil ya sea que hablemos con alguien relativamente extraño o con alguien que conocemos bien. Podemos comunicarnos con los demás de una manera que reconozca que todos somos ideas inteligentes de Dios, dignas de ser escuchadas. Cuando oramos para eliminar la justificación propia de nuestros pensamientos y conversaciones, eliminamos la tentación de menospreciar a los demás o culparlos por nuestros propios errores. Entonces, como consecuencia, naturalmente elevamos a los demás, y a nosotros mismos.

Durante esa conversación telefónica con mi vecina, después de muchos minutos de escuchar solo críticas, tuve la tentación de decirle que necesitaba colgar. Pero me pregunté, ¿Cómo elevaría eso a alguien? Este pensamiento me resultó útil: “Nunca respires una atmósfera inmoral, excepto para tratar de purificarla” (Ciencia y Salud, pág. 452). Mi oración me llevó a encontrar una manera de “purificar” la atmósfera negativa de este intercambio.

Mi vecina había mencionado que su hermana solía hacer un trabajo comunitario similar con ella. Y aunque su punto era que ellas sabían lo que estaban haciendo y yo no, decidí no reaccionar al tono y a las palabras duras. En cambio, afirmé mentalmente que no había separación entre Dios y yo o mi vecina, y oré para saber qué me llevaría a decir el Amor. Luego, las palabras vinieron naturalmente cuando respondí: “Qué lindo fue que ustedes dos hicieran esto por la comunidad. Parece que te divertiste con tu hermana”. También mencioné que parecía como si ella y su hermana tenían una relación muy estrecha.

Mi vecina me explicó que su hermana había sido su mejor amiga, a la que había cuidado durante mucho tiempo y que había fallecido unos años antes. “No sé por qué te digo esto”, dijo, “pero nunca he podido superarlo”.

En ese momento, el tono acalorado de la conversación cambió. Se elevó, y al final de la llamada, me agradeció y dijo que esperaba que yo asumiera esta función comunitaria cuando ella saliera del comité. Agregó: “Tendré que invitarte en algún momento”. ¡Esta experiencia fue una bendición! Me sentí en paz con mi vecina, y aprendí mucho sobre la importancia de recurrir al amor de Dios para guiar nuestras conversaciones en lugar de reaccionar.

Incluso en situaciones difíciles, Dios nos muestra que es natural escuchar y actuar según la guía del Amor en todas nuestras conversaciones.

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